Blogia

Spica *

Leonardo y Mr. Hut

Leonardo y Mr. Hut

Miguel estaba buscando una herramienta para ajustar llantas de bicicleta y se encontró con la belleza en estado puro.

"Pizza y ciclismo combinados de forma magistral", pensó sin cambiar el rostro.

Tiempo atrás, en un momento histórico se sentaban a merendar Leonardo y Mr. Hut.

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Caña y café

La primera vez que quedé con un bloguer@, en el mundo real, fue con el genial de Nadie. No recuerdo ahora, si de primeras habíamos quedado para unas cañas y así expandir el surrealismo a límites insospechados, pero el caso es a la primera no se pudo y quedamos esa misma semana un sábado cerca de Plaza de Oriente. El dijo que llevaría un cuaderno amarillo.

Así que aparqué cerca de Palacio y allí me dirigí con Spica y otras estrellas de la misma constelación. En mi cabeza y en mis manos. Una cosa que no había comentado a Nadie, y con lo que quería sorprenderle.

Pero fue entrar a la Plaza y adivinar que sería yo el sorprendido, ya que al girar unos 180 grados, orbitando el caballo de Galileo, quedó al descubierto el cuaderno amarillo de Nadie y Vir-Vireta que se fundía de la risa y sorpresa con mi cara.

Reconozco que me sorprendió que me llamase “Spica”. Y fue la primera vez que caí en cuenta de que todos me llamaban así, a pesar de que nunca he firmado ningún post, ni un comentario en mi vida blogueril, como Spica, sino como Carlos.

Pero daba lo mismo. Allí tan encantadores estaban dos de mis escritores más admirados en todo el tiempo que llevaba andando y desandando por la blogosfera. Así que tras un breve interludio de presentaciones y caras de “eres tú!!!!”, decidimos ir a beber algo por ahí cerca. Caña, café y caña. No diré quién pidió el café, pero no es cosa fácil de decir. Y descubrí el cuadernillo de dibujos de Vireta, las notitas manuscritas de Nadie, y respondí la célebre pregunta de por qué había cerrado el blog. Escuché sus proyectos y me sentí muy a gusto entre ideas similares y bonitas. Terminadas las cañas y el café, nos levantamos rumbo a la segunda sorpresa del día.

Conocer a Nuala.

Y fue todo como recomenzar el día, porque ya íbamos de nuevo los tres con la sensación inicial, y la incertidumbre, y las ganas de conversar. El día tocaba a su fin, cuando recogimos a Nuala, en la estación de autobuses y entrábamos a un bareto distinguido para pedir una caña, y tres cafés. No diré quién pidió la caña, y no es cosa fácil de contar.

Y recordaba todo esto hoy, porque he pasado en sentido inverso por el caballo aquel de Galileo, pensando si más blogueros quedarían al pie de esa estatua que no está atornillada con nada, sino que se sostiene por su propio peso, gracias a un vaciado especial del bronce diseñado por Galileo Galilei.

Llegado este punto es necesario rectificar: la primera vez que quedé con un bloguer@ fue con el genial de Nadie, la energizada Vireta y la auténtica Nuala.

La segunda vez que quedé con un bloguer@...

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Un buen disfraz

Un buen disfraz

Hay farolas, que no lo son.

No, no lo son.

Y eso es fabuloso.

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Galería de promesas

Galería de promesas

Hay una región del planeta, de una hectárea exactamente, nunca pisada por los hombres, en la que hay un vaso de vidrio por cada habitante que existe o ha existido. En cada cerámica azulada se guardan todas aquellas frases que pronunciamos en voz alta o en voz baja, cuya cualidad es retar un imposible o en resumidas cuentas, fanfarronear sobre tareas heroicas, que rozan lo divino sin abandonar la esencia impura y limitada de todo ser humano.

“... te bajaría la luna con mis manos.”
“... bebería los mares por verte una sola vez.”
“... lo haría con los ojos vendados.”
“... con una mano a la espalda, lo haría en la mitad del tiempo.”
“... en un parpadeo de tus ojos”

La del kikiriki de un gallo, la de los vientos, esa, aquella... dejo a la imaginación, las infinitas frases que llenan esos envases crisálidas.

***

Gervasio Gervasiel y Claudio son dos arcángeles que bajan del mismísimo cielo una vez por semana, con la santa intención de pasearse con esmero por esta hectárea sagrada. Están enzarzados desde hace ya un mes, en apostar día si y otro también, por encontrar la frase más graciosa o la más descabellada. Son tan creativos los humanos. Casi divinos. Entre Claudio y Gervasio Gervasiel, el que gana ha de prestar sus alas, tan sólo por dos horas, a una mortal hermosa, de la elección del otro, para aclarar aquello del sexo de los ángeles y saldar la cuestión. Son tan creativos los humanos.

Y se acerca Gervasio Gervasiel a una vasija frágil y cristalina, como las frases que guarda, y mete la mano dentro de ella, en posición tal que mientras lo hace mira a su casa (el mismísimo cielo), y al sacar la cinta con la frase, el arcángel se ríe, sin dejar ver los dientes.

- Este día ganarás-, le dice Claudio contento mientras mueve sus alas.

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Que se duerme

Que se duerme

Camarón, se apresura a escribir todo lo que recuerda, como queriendo atrapar un calcetín mecido por el viento. Para ello tiene un libro a mano, dónde nada más dormirse puede anotar aquellos visos de realidad que no quiere dejar escapar.

Y desea buscar el significado de aquello tan concreto y extraño que no tiene explicación en más allá del cortex cerebral profundo.

Y se agita nervioso, mientras va olvidando, va olvidando, va olvidando cómo es el mundo en donde habitaba despierto.

“¿Significará algo?”, se pregunta Camarón entre sueños mientras ve crecer sus bigotes y entra en su palacio de cristal.

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De compras

spica_ventana

Y en el centro Max. Afilando su cuchillo contra el amolador mellado, para rematar con dos pases rápidos de la hoja sobre su palma abierta y un golpecito sobre el tronco que hace de soporte. Max es mi carnicero y me he fijado que siempre hace ese ritual antes de hacer filetes perfectos.
Máximo tiene solera y honestidad, lo cual tratándose de cortes de ternera se agradece como pocas cosas en un mercado. Antes de llegar a su puesto, su voz se escucha claramente sugiriendo qué es lo mejor del día: los mejores chuletones de tu vida, la mejor carne picada para albóndigas, las manitas de cerdo más ricas, el lomo de ternera más suave,...

En el fondo, pareciera que Max quiere ligar con todos sus clientes, entre tanto piropo gratuito. Pero lo único que quiere es recomendarte un buen ossobuco para hacer sopa. Y yo me llevo el ossobuco convencida. Entonces, Max sonríe satisfecho.

Después de tantos años, he descubierto que llegar a su puesto me apacigua del jolgorio matutino. A lo mejor es porque siempre me pregunta alternativamente por uno de mis niños, a la vez que va cortando alternativamente las chuletas de Sajonia. Estoy segura de que todos sus clientes, al dejar su puesto, continuamos la compra más alegres y relajados.

Lo siento por Antonio y Marta (mi pescadero y charcutera, -alternativamente-.)

Pero ¡oh!, aun había algo más que contar...

*

Ilustración de Ariel.
Textos de Carlos o Sá.
Idea original de Sá.
Inspiración de nuestros sábados de mercado (La Boquería y Maravillas).

Viento, viento... (serie refrispica)

Viento, viento... (serie refrispica)

¿Por qué me gusta tanto esta chica?

¿O es la hoja lo que me gusta?

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Karma

Karma

Alfredito, detesteba ese punto en su trabajo, en el que todo iba espectacularmente, en el que su jefe rezumaba orgullo y satisfacción y sus compañeros le adoraban, porque a partir de ahí, todo iba a peor.

Un error al acecho; un día tonto; una palabra mal dicha.

Por eso Alfredito decidió enfangarse en el pozo de la mediocridad y vivir al hilo de los demás.

Luego se multiplicó y está sentado a tu derecha ahora mismo.

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23 de Abril... Rosa-rio

23 de Abril... Rosa-rio

En la esquina, ya finalizando mi compra, me espera Rosario, una gitana muy zalamera que siempre intenta colarme un par de rosas de esas de las 7 de la tarde de ayer. Y me mima con sus palabras, con sus ojos canela y sus arrugas como olas que vibran en su cara.

¡Ole Guapo!, ¿con qué vas a acompañar este romero el día de hoy!?... francesillas, geranios, violetas, liliums, rosas... tengo para toda tu casa.

Entonces, como mejor sé, intento parecer experto en esto de elegir flores y voy preguntando y respondiendo a mi gitana hermosa. Porque Rosario es de las de preguntar más que de responder. Y siempre me pilla desprevenido y termino con la sensación de que me ha dado gato por liebre. Pero de camino a casa el aroma del ramo me deja de buen humor.

Un día, Rosario, entre prisas y ronroneos más propios de un gato que de una liebre se dejó olvidado dentro del ramo sus tijeras de cortar tallos. Una herramienta vieja y desgastada que apareció por sorpresa entre seis rosas rojas y seis amarillas, simulando ser un bicho inerte y desorientado.

Entre risas y sorpresa le devolví las tijeras el sábado siguiente, ante lo que sin dudar ni un poco me contesto: "Anda, Guapo si siempre te sale más barato comprarle a la Rosario..."

Y me regaló las tijeras

(Un gesto más práctico que noble, porque ella tenía otras nuevas)

Feliz día de Sant Jordi.

(post inspirado por y su invitación a varios amigos de los enlaces de allí al lado.)

La increíble historia de Alexandrus

La increíble historia de Alexandrus

Alexandrus se había entrenado toda la vida para ese momento. Nadar, montar en bici y correr es algo que había aprendido de la mano de su abuelito, un ex_atleta olímpico de una época dorada.

Dorada para su abuelito. Para Alexandrus era un auténtico dolor, día tras día.

El caso es que Alexandrus se enfrentaba a la prueba de hierro de los más fuertes: casi 4 kilómetros de natación, 180 km de bicicleta y una maratón de 42 km como guinda del esfuerzo supremo.

La noche anterior, mientras comía despacito su plato de espaguetis con calabacines, su abuelito le hacía preguntas sobre el recorrido, sobre conteo respiratorio, sobre el esfuerzo mental que sobrevendría en determinados puntos clave de la carrera. Todo a la vez que le tomaba el pulso y le medía el diámetro de las pupilas.

En Alexandrus todo estaba bajo control. Su abuelito se había encargado de todo durante estos años de duro entrenamiento.

¡En sus marcas!, ¡listos!... ¡¡¡FUERA!!!

Alexandrus salió como una exhalación. Nadó como le enseño su abuelito. Salió del agua como le enseñó su abuelito, mientras sus antagonistas le comían los talones.

Pero Alexandrus siempre iba dos segundos por delante.

Alexandrus subió a su bici como le enseñó su abuelito, y pedaleo contando de 5 en cinco entre respiración e inspiración. 10 metros por pedalada en el piñón de mayor desarrollo, como le enseñó su abuelito. Llegó como un huracán a la segunda meta, mientras sus enemigos le seguían de cerca sin perderle de vista.

Pero Alexandrus siempre iba dos segundos por delante.

Y ahí fue cuando ocurrió la tragedia. Una catástrofe que dejaría a Alexandrus sin ninguna posibilidad, y frustrado para siempre en su vida de hombre de hierro. Tal y como nunca imaginó su abuelito. Que por cierto, se desmayó de la impresión.

Y es que Alexandrus al cambiarse las zapatillas para empezar a correr, sólo sabía hacer el nudo ese de los dos lacitos, con dos vueltas y media, y un tirabuzón largo; sostenido con el dedo meñique mientras se tira con cuidado de los cordones hasta dejar un nudo perfecto de una época ya lejana. Y luego con cuidadito; la otra zapatilla.

tal y como le enseñó su abuelito.

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Caracoles

Caracoles

Este texto es cortesía de la niña azul, venida de Pajaralandia. Se suponía que mi parte del trato era que yo iba a comentar en su nombre, pero ella lo ha olvidado y se ha comentado ella misma. Una risa. Sobre todo porque yo he olvidado comentar y esto de colaborar, ya no es lo que antes era. Una risa.

Camila se deshace en la ventana. Se pierde entre los laberintos de ladrillos que alguien dejó tan cerca de su ventana como para casi rozarlos con el cigarro.

Derecha. Izquierda. Derecha otra vez.

No distingue los cables de la pared. Sigue a las golondrinas que golpean el aire sin cortarlo, porque nunca llegaron a marcharse. Todavía no puede ver a Eulogio que espera descansado en la terraza a que su esposa termine de arreglarse para ir a misa. La piel de la garganta se pliega un poco dentro del cuello de la camisa y las hojas de sus macetas son tan brillantes que parecen deslumbrarles. Debe ser por eso que tiene los ojos tan cerrados porque no parece cansado. Aparta un bichito con cuidado y ve algo que se mueve en uno de los ojos de la pared, más que moverse se desparrama sobre el alféizar. Si es discreto no ve nada, así que arruga el entrecejo y estira el cuello para distinguir mejor a esa muchacha rojiza de la ventana de enfrente.

Duda entre disimular o no, se mueve despacio, y mueve la mano como si limpiara el polvo de las glicinias así, como quien no quiere la cosa...

Derecha, Izquierda, derecha otra vez.

Camila no sabe mirar a la cara cuando sospecha que la están mirando. Pero esta vez está cansada para una reacción. Apura el cigarrillo y se queda como hipnotizada con la luz que rebota en la calva de enfrente. Le gusta su corbata y sonríe, pero tan despacio que Eulogio no llega a verla. Su mujer lo llama desde el salón con un aura de mística laca que casi huele Camila desde su rincón. Eulogio cierra la puerta de la terracita y se queda un segundo tras los cristales mirando a los pájaros hermosos y el humo que caracolea, la ceniza que se detiene un instante para derramarse después como confeti soso. Camila ahora despega la mirada del reflejo de ladrillos que ha quedado en la ventana de Eulogio.

Derecha, Izquierda, derecha otra vez.

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Y la farola se interponía...

amoretrio

...entre el amor que surgió de los guiños en verde y la tensión del ambiente.
Un amor imposible, con pentagrama de fondo.
Y un solo de claxon disonante.

(en las buenas historias de amor, siempre hay alguien que se interpone).

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Nada que agregar

despertador no

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Palomino Remolino

Palomino Remolino

Lo de Palomino no podía ser normal y todos creen que empezó con los huevos.
Los huevos fritos......... los cuales daban tres, cuatro, cinco saltos mortales antes de descansar nuevamente sobre el sartén.

Y es que a Palomino le encanta cocinar. Adora cocina. Le fascina. Pero más que cocinar, con lo que realmente disfruta es lanzando la comida hacia arriba dejando que den dos, tres, cuatro o cinco giros para caer elegantemente sobre la sartén, wok o parrilla portátil.

Todo vale, con tal de que la comida que prepara, toque la estratósfera y baje bendecida por San Pedro, al plato.

Obviaremos el hecho de que mientras adquiría maña, en su movida juventud, el techo de su cocina era un verdadero collage de tortillas, pizzas, alcachofas, curry, champiñones, guisantes, mermelada de piña, y vaya usted a saber que otros ingredientes.

Con solemne profesionalidad, Palomino aprendió a lanzar las tortitas dulces con una mano, mientras con la otra lanzaba la mantequilla y la mermelada, haciendo que en cada cara (mientras la tortita gi-ra-ba) cayera la una y la otra respectivamente. Limpiamente, para caer simétricamente doblada sobre el plato al lado del fogón.

Y más.

Las doradas a la plancha eran una especialidad digna de verse en vivo y directo, ya que Palomino lanzaba la inerte dorada, con un mágico movimiento de muñeca que la hacía dar veinte tirabuzones mortales (¡veinte!) y que de cuajo le arrancaban todo el espinazo y las ristras del desmadejado pescado. Para caer, por supuesto, sobre una fuente de arcilla con patatas mareadas a la sal.

Y es que lo de Palomino no es normal. Todo lo lanza por los aires con exquisita finura y removido arte. Todo lo marea antes de engullirlo. Todo entra ya virado, antes de morderse.

***

Este finde Palomino, me ha invitado a comer hamburguesas en el jardín de su casa. Llevaré mi cámara de video. Y el telescopio, claro.

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Añejos

Esta historia es completamente verídica.
Doña Manolita todo los días deja a su esposo Braulio en casa y se dirige a comprar el pan.
Pan recién hecho, oloroso, gustoso, blando, de esos que le sacas la miga ardiendo y se relajan en la mano. Mientras tanto, en casa, Don Braulio se levanta del sillón ahuecado y se dirige presuroso a contemplar su pequeña bodega de tetrabricks Don Simón, que guarda debajo de la cama. Los esconde desde hace 10 años cuando salieron los primeros tetrabricks de vino tinto. Vino de crianza, oloroso, joven afrutado con esencia de roble, elástico y de borde violeta sobre el vidrio, de esos que al respirarlos te entran poco a poco hasta el alma.

Doña Manolita y Don Braulio son una pareja muy especial que cuando no están juntos van muy de prisa, queriendo corregir algún desencanto con el tiempo que en algún punto acumularon sin querer. O queriendo.

Porque en esta casa, sucede la extraña contradicción de que se bebe vino avinagrado y se come pan duro. Porque Doña Manolita, desde hace muchos años, guarda siempre una barra extra de pan en casa, y cuando llega con la barra recién hecha y olorosa, la guarda en una bolsa de papel y la envuelve con otra de tela de algodón, y desenvuelve la del día anterior ruinosa y seca. Porque Don Braulio guarda siempre los tetrabricks nuevos del lado derecho de la cama de huéspedes, empujando toda la fila y rescatando del lado izquierdo el vino añejado de hace diez meses o diez años.

Y al salir Doña Manolita de la cocina y Don Braulio de la habitación de huéspedes, se sientan a la mesa y comen pan duro y beben vino avinagrado. Mientras tragan y mastican, ambos sueñan con el día en que comerán pan recién hecho y beberán un buen reserva.


Esta historia es completamente verídica.


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Fachadas

Fachadas

¿Lloverá o no lloverá?

O es que no ves las nubes, por ver las fachadas.

O soy yo el que se pierde de las fachadas.

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Hace un año, exactamente escribí este post. Nunca lo publiqué, a excepción de aquel extraño "bug" que desvelaba el fallo del buscador de Blogia, dejando al descubierto 50 posts polvorientos de Spica. No creo que muchos lo leyesen, o comentasen o recordasen. Hoy me he dejado caer entre esos borradores y este me ha parecido muy acorde con las sensaciones del día. Como cuando vas escuchando un CD de rock en español y das sin querer a la radio, y ponen la canción más lógica de Supertramp... y te quedas enganchado.

¿Volver al CD o dejar la radio?

¿Alguien conoce esa canción?

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A, B,C, D, E, F, G,...

hache

... I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y, Z.

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Grapevines

Grapevines

Principio
"Yo soy fotógrafo de vocación y mi oficio me ha perturbado el sueño. Hay gente que sueña en colores. Yo no. Es más, yo no sueño ni en película, sino en foto fija. Yo sueño con una imagen inmóvil una noche, al día siguiente la imagen está en otra posición y así voy hilvanando sueños. Una vez estuve seis meses soñando con Olivia Newton Jones y al final no llegamos a nada."

Mitad
"Todas las tardes, mi mujer saca a pasear una maldita perrita que tenemos, con la excusa de verse con su amante; el amante de la perrita. ¡Mi mujer qué amante va a tener si es una vieja de 68 años! Lo que pasa es que la maldita perrita vendrá a parir a casa y me la veré rodeado de cachorritos..."

Final
"Y en cuanto a los libros yo me quedo con todos los que tienen un final feliz y tú te llevas los trágicos."

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Pelota de Playa

Pelota de Playa

notriste

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Entré al salón

300410

Y sólo pude presenciar, cuando el plato huyó con la cuchara.

Poco más.

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Fotografia de Tony Shanks