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Spica *

Caracoles

Caracoles

Este texto es cortesía de la niña azul, venida de Pajaralandia. Se suponía que mi parte del trato era que yo iba a comentar en su nombre, pero ella lo ha olvidado y se ha comentado ella misma. Una risa. Sobre todo porque yo he olvidado comentar y esto de colaborar, ya no es lo que antes era. Una risa.

Camila se deshace en la ventana. Se pierde entre los laberintos de ladrillos que alguien dejó tan cerca de su ventana como para casi rozarlos con el cigarro.

Derecha. Izquierda. Derecha otra vez.

No distingue los cables de la pared. Sigue a las golondrinas que golpean el aire sin cortarlo, porque nunca llegaron a marcharse. Todavía no puede ver a Eulogio que espera descansado en la terraza a que su esposa termine de arreglarse para ir a misa. La piel de la garganta se pliega un poco dentro del cuello de la camisa y las hojas de sus macetas son tan brillantes que parecen deslumbrarles. Debe ser por eso que tiene los ojos tan cerrados porque no parece cansado. Aparta un bichito con cuidado y ve algo que se mueve en uno de los ojos de la pared, más que moverse se desparrama sobre el alféizar. Si es discreto no ve nada, así que arruga el entrecejo y estira el cuello para distinguir mejor a esa muchacha rojiza de la ventana de enfrente.

Duda entre disimular o no, se mueve despacio, y mueve la mano como si limpiara el polvo de las glicinias así, como quien no quiere la cosa...

Derecha, Izquierda, derecha otra vez.

Camila no sabe mirar a la cara cuando sospecha que la están mirando. Pero esta vez está cansada para una reacción. Apura el cigarrillo y se queda como hipnotizada con la luz que rebota en la calva de enfrente. Le gusta su corbata y sonríe, pero tan despacio que Eulogio no llega a verla. Su mujer lo llama desde el salón con un aura de mística laca que casi huele Camila desde su rincón. Eulogio cierra la puerta de la terracita y se queda un segundo tras los cristales mirando a los pájaros hermosos y el humo que caracolea, la ceniza que se detiene un instante para derramarse después como confeti soso. Camila ahora despega la mirada del reflejo de ladrillos que ha quedado en la ventana de Eulogio.

Derecha, Izquierda, derecha otra vez.

*

6 comentarios

niña azul -

gracias a ti, niño.

te he dejado pizza en la nevera

:7P

carlos -

es verdad, Nu,... cuando leí este post, me acordé de ti y tu ventana.

este juego de las ventanas, la verdad es que nunca se me hubiese ocurrido a mi.

o si, pero quizá no igual.

y tu niñasú, no creo que te parezcas a Eulogio.
pero si que pasas con notable, por Spica.

gracias por el post.

*

niña azul zul -

yo me parezco mucho a Eulogio, jio, jio.

Nuala -

También puedes mirar arriba y abajo. Y al frente. Pero normalmente no miras nada. Sólo dejas que el aire juegue con tu cara y miras sin ver, o observas cualquier cosa que llame tu atención. Un gato que juega, una bolsa de plástico que se mueve con el aire, las evoluciones de las volutas del humo del cigarrillo, una hormiga paseándose por un geranio o sí, un caracol que sube por una fachada.
Será que me parezco demasiado a Camila.

Pero la vista desde mi ventana es diferente.

guisante -

we love you, yeah yeah yeaaaah
(siempre a la izquierda siempre ala izquierda)

Sá -

Es que ya eres casi Swibel. Eso es lo que he pensado antes de ver el nombre...