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Spica *

El plan de Skiold (1)

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Los bolsillos de Lucien

Los bolsillos de Lucien

A Lucien le gustaba esa inocente y absurda sensación de meter la mano en el bolsillo de un pantalón de primavera y encontrar un billete de diez euros mal doblado, pero completo.

Daba la impresión que el billete no era suyo, que era un regalo de un duende, de un grillo, de un hada, o acaso de un dios del Olimpo desocupado. O mejor todavía, que el billete quizá lo había perdido, la primavera pasada, alguien...

... como tú.

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60 tacos

60 tacos

Felicidades!!!, 60 años dando... de que hablar.
Repartiendo dudas, emociones, historias, semillas. Alarmando a las rosas,... la tuya y las otras. 60 años metido en lo invisible y lo visible. Sesenta años sin relevo. Que eres único.

Que ya sabemos como nos llevamos tu y yo.
Nuestra historia especial de una, dos y tres partes. Casi olvidada.

Felicidades!!!, pequeñín, que cumplas muchos más. Pásate por aquí alguna vez.
Te extrañamos.

Mira, mira, un cometa cósmico... Anda, vete "porai"...

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Carta a Nadie (en particular)

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No iba a añadir nada, porque en el mundo de nadie, nada existe más que la nada.
Pero aquí, cambia hasta la caligrafía, así que diré que me encanta leer lo que se ve y lo que no se ve.
Sirvan de testigo Cervantes y su antigua lengua, un iPod compañero del desmarañamiento y la tapa roja del boli que tatuó el primer mensaje.

Si es que lo digo siempre: Nadie conoce a nadie.

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La chica que fingía aparcar

La chica que fingía aparcar

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El sabio

alfonso el mentiroso

A veces me puede tanto la curiosidad con las cosas que veo, que entro en escena para afectarlas y descubrir algo más. Y lo hago aun, a sabiendas, de que al hacer una pregunta o quedar en evidencia con un click, la magia o la escena desaparecerá.

Alfonso "El Sabio", se sienta a las afueras de la Biblioteca Nacional con un libro entre las manos, sobre las escaleras, en la mitad del medio de todo. No adentro de la biblioteca, callado y reflexivo, con un libro en las manos,... ¡no adentro!
No adentro de la biblioteca, sino afuera. Con un libro en las manos.

Tengo la foto con el zoom ajustado, sobre Alfonsito y sus manos, y sé lo que lee. También su mirada antes de la desaparición.

Pregunta de concurso: ¿Qué lee Alfonso "El Sabio" en la entrada de su templo?

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San-Haiku v.2

San-Haiku v.2

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Mi asterisco *

Mi asterisco *

Me han preguntado en más de una ocasión por qué uso el asterisco en mis comentarios o en mis posts. O qué significa. Si acaso es una personita. O es una estrella. O una puerta vectorial de movimiento similar a los agujeros negros, pero invertidos.

Si claro, la revista TIME me ha ofrecido un pastón por desvelar esta cuestión que nos afecta a los cuatro gatos que leemos este blog.

Pero me he negado. Tengo que aprender a ser más abierto con vosotros. Es parte de nuestro desarrollo emocional.

Así que aquí y ahora, os diré por qué uso un asterisco... lo uso porque me facilita encontrar mi comentario más rápidamente en aquellos posts a los que regreso más tarde.

Nada más.

Y por favor, peinaros un poco, que sé que se os han puesto los pelos de punta.

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Saliva

Saliva

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Efecto túnel

04desden

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Aliento

(Mirando en otra dirección, distraída, pero consciente...)

¿lenguas o labios?- me preguntó.

Y la besé.

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Eme - treinta

m-30-2

Seguro que estás en plena crisis, y no sabes si encontrarás el compañero vital de buen asfalto o tendrás pequeñas y ligeras vías de servicio que te hagan feliz.

Tu hermana mayor, lo lleva peor.

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Sebastián, el justiciero

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Aquí tenemos a Sebastián, un chico correcto y justiciero. Asistió a la escuela Harvard de los extintores. Siempre bien presurizado y rellenito. Es el buen marido de las alarmas contra incendio.
Es obediente, informado y posee la manguera más flexible de todo el lugar.
También es obstinado y un poco pretencioso, pero puedes contar con él cuando los lengüetazos de las llamas estén detrás de tu espalda.
Sebastián, sueña con el día en el que sea el héroe de todo el aeropuerto evitando un fuego abrasador.
Lo que no sabe, es que su destino final será apagar la papelera de una cabina del servicio de señoras, por culpa de una fumadora desosegada que apagará mal su cigarro.


Se agradecen unas palmaditas de ánimo, en su espalda. Se las merece.

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Edelmiro, el rebelde

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Aquí tenemos a Edelmiro, un chico rebelde y sin causa. Si, el James Dean de los extintores. Nunca está en la posición señalada, lucha contra el status quo y detesta las frases en latín que se usan fuera de contexto.

No ponía atención en clases y nunca viste de rojo oficial. No el rojo-rojo oficial. Un día vendrá un fuego arrasador y no servirá de mucho porque su manguera estará obstruida de tanto estar en la posición incorrecta.

Edelmiro, también desdeña que saquen fuera de contexto las frases hechas sobre su manguera.

Por favor, un aplauso caluroso para él.

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Boxeo bíblico en espiral

Boxeo bíblico en espiral

Caín va en un vagón de metro, agotado, mal sentado, rendido por el día, dormitando, abrazado a un viejo maletín de cuero repleto de papeles oficiales: leña burocrática. Pero ahora la cosa no va del contenido de su maletín, sino de su cabeza. Se ha dormido mientras repetía la palabra soñar, soñar, soñar, soñar... y al soñar regresa a su infancia.

Abel, justo en ese momento, baja las escaleras de dos en dos, con energía, vestido de Armani, perfumado y como un bailarín ruso, salta al andén... a esperar un vagón de metro que lo lleve al centro.

Caín regresa a su infancia, entre sueños, y revive las horas muertas después del cole, cuando jugaba solo y un grupo de chicos más grandes, del barrio, malvados, que siempre pasaban por allí, empiezan a empujarle. La maldad en el ambiente. Fragilidad del bambú y el viento que intenta destruir la voluntad. Un ángel de la guarda que está de baja por stress. El miedo. Pero Caín está soñando y decide dar la vuelta a la tortilla, y se hace mayor y un poco menos bueno. Y abofetea a los malvados. Tímidamente al principio, pero la saña crece y aunque está soñando, un hombre desmadejado sobre el asiento de un vagón, sonríe dormido.

Abel siente el mazazo sobre su cara. Se agacha adolorido, paralizado, antes por la sorpresa que por el daño. Aturdido se incorpora y se sacude rehaciéndose.

Caín ya no está en el patio de un cole, sino en una plaza haciendo botellón, solo, y los chicos a los que golpeaba, son mayores de nuevo, se burlan de él, le insultan, le amenazan, le rodean, le golpean, la maldad que alimenta, y Caín se revuelve. Es un sueño. Se hace mayor, más fuerte, y arremete contra todos con malevolencia. Y vence de nuevo.

Abel cae de rodillas, atenazado por el dolor. Todo se sucede rápido como en espiral.

Caín llora UNA lágrima con los dientes apretados mientras duerme y sueña dentro del vagón. Pero el ciclo se repite, una y otra vez, siempre es perseguido, es derrotado, odia, se hace mayor, sueña, vence y aprende. Su némesis también.

Abel yace despeinado sobre el andén recostado de la pared, llora quedamente, llora, llora, llora, llora porque recibe su merecido y reconfortado por que han cesado las punzadas sobre su cuerpo. Sobre su mente. Aliviado, intenta respirar grandes bocanadas de aire. Todo el que puede y le permiten sus doloridas costillas. Siente una mezcla de arrepentimiento y vergüenza, contraponiendo toda la arrogancia y soberbia que portaba antes de bajar al andén.

Suena un pitido. El vagón ha llegado. Se abren las puertas. Un hombre con un maletín en la mano se cruza con un hombre de Armani que se dirige al centro.

Cien Caínes y Abeles se cruzan en las puertas.

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Mitología Yuspika

Mitología Yuspika

Cuando Yutahualpa descubrió que era un guerrero del sol, ya era de noche.
Cuando Yuwaiki descubrió que era un guerrero de maíz, ya no quedaban maizales sino macdonald’s.
Cuando Yukerí descubrió que era una princesa guerrera de sal, miró hacia atrás buscando los ojos de Yutahualpa y Yuwaiki, y se convirtió en una mujer de piel bronceada.

De carne y hueso, todos.

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Escarcha

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Hay días en los que quitar el hielo sobre la luna, puede ser divertido.... y ver el mundo a través de ondas glaciales, hacerte sentir como una foca.

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Una página del Océano

Una página del Océano

Se llama Adriana y era la niña más hermosa que un niño de diez años pudiese tropezar con sus ojos. Nunca con las manos. Ella saltaba como un delfín en esa piscina gigante, que en realidad era pequeña. Piscina de cuatro costados. Y a Adriana le pasaban rozando todos los niños-tritones de su edad, admirándola, buscando una mirada o una palabra.

Se llama Mario y siente el cosquilleo en el estómago que anuncia que algo va a pasar. Algo que no pasa, en realidad. Pero Mario vive de posibilidades y cada una es un capítulo emocionante que siempre tiene el mismo esquema: ilusión en el encuentro, discurrir del tiempo inactivo y desenlace resignado cuando cierran la piscina y va rumbo a casa, donde le espera la merienda. Chocolate y refresco no se mezclan.

Pero Adriana, a pesar de ser una sirena, sabe lo que piensa un tritón. Y al revés no sucede, porque un tritón sólo sabe lo que piensa un tritón. Por eso existen mil enciclopedias sobre tritones y ni una servilleta escrita a doble espacio sobre el sentir de las sirenas.

Adrianas inaudibles. Marios que miran debajo del agua.

Y Mario y Adriana juegan en la misma piscina a dos juegos diferentes. Un juego en el que Adriana se casa con un baterista del barrio y Mario recorre dos veces el mundo. Y son tan diferentes, que al final, Mario regresará a esa piscina y Adriana ni se acordará de que sabía nadar.

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Mi amiga Clara

Mi amiga Clara

Quise decir, Doña Clara.
Se detiene, y un pensamiento la refresca: "Que extraño placer el recordar, aquellos momentos en los que únicamente vivía el presente".

...¿en qué quedamos?. (piensa todo el que asiste a esta cita).

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360º Barna 360º

360º Barna 360º

360º

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