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Spica *

lo auditivo

Armonía en estéreo

Armonía en estéreo

Por favor, entrecruza las manos y lee.

*

Eva y Andrés entrarón en el salón por separado y tomaron asiento muy cerca el uno del otro, y muy próximos del atril y el escenario.

Se apagan las luces y las pupilas de Eva, se cierran a marchas forzadas, mientras su oído va tomando relevancia. En cambio Andrés abre más los ojos huyendo de la penumbra, porque su oído ya está bien educado. Y esto se explica porque él es músico y su fuerte es atrapar los sonidos, en menoscabo de su vista; y en cambio ella es modista y sus ojos están entrenados para ver costuras invisibles, siendo sus oídos menos habilidosos.

Mientras esperan la función los dos se mantienen, en un silencio expectante.

A una señal invisible, una flauta que escupe pistilos “do-re-mi” envuelve primero a Eva y luego a Andrés, dejándola navegar por ríos de piedras y discos ovalados como lentejuelas. Andrés no imagina que allí a su lado, sin ser vista, Eva espolea esas notas que trazan y demarcan un patrón para luego cortarlo a la medida, dejando un traje vaporoso delante de sus nublados ojos. Y de repente el traje se evapora y con ella la flauta, dando paso a un violonchelo que surca al aire como una enredadera y se enrosca en los pies de Andrés, pasando, antes, bajo el mentón de Eva.

Mira a su alrededor y no a ve a nadie emocionado más que a Andrés, allí entre el reducido público. Sin embargo no imagina, que escondido entre todos, está otro Andrés grave y sesudo, con un ligero temblor en los dedos de las manos.
Eva calla y presiente que hay algo más.

Andrés enreda sus dedos entre la triste melodía como rozando hojas de suave tacto, el tallo fino y fuerte, mientras su oído se inunda de savia en clave sol.
Y así transcurren unos minutos...

Y vuelven los pistilos, sobre la enredadera.
El Violonchelo y la flauta ambos ruidosos y tenues entretejidas sobre el pentagrama.
Eva y Andrés, ella intrigada haciéndose preguntas y Andrés sumergido sin reparar en nada. Ni nadie en él.

Y las melodías se extinguen despacio, entre la oscuridad, dejando una brizna sobre Eva y un jirón sobre Andrés.

Se encienden las luces y a un tiempo todos se levantan, excepto Eva y Andrés.
Y haced silencio que están ella muy despierta, abriendo las pupilas, y él como clavado en la silla, donde le gusta estar, con los oídos abiertos y los ojos cerrados deseando ocultarse abrigado en su mundo. Es así como podéis ver a Andrés y a Eva.

A punto de empezar otra armonía, como flauta y violonchelo, como pistilo y enredadera, como Eva y su escondido Andrés.



*

Gracias, ahora descruza las manos y has lo que quieras con el ratón/mouse.

Desigualdad de Fourier

- Que sepas, que miento más que hablo.
- Te creo.

*

Eusebio y el claqué

Eusebio y el claqué

(Din-dón)

- ¿Puedo pasar a ver su habitación, su armario, sus zapatos?
- ¿Qué?
- ¡Los tacones!... por favor, quiero ver ¡los tacones!

***

Eusebio ya lo intuía en sueños, pero no había sido realmente consciente sobre si el “tum-tum-tum” venía de dentro o venía de fuera. De él.

Pero el caso es que no venía de dentro, ni de fuera.
De él.
Venía de arriba.
De ella.

***

Una mañana se despertó con el insistente caminar de unas botas sobre su cabeza. Era un ir y venir apresurado sobre el piso extrapolado a 3 metros sobre su cama. Podía saber, gracias al contundente taconeo, cuando aquellos tacones salían del baño y entraban en la habitación, si se detenían frente al espejo o abrían la puerta del armario. Y todo ello iba apareciendo claramente en la adormilada (y a la vez muy despierta) cabeza de Eusebio según iban transcurriendo las pisadas.
¡Tum-tum-tum!
En la cabeza de él.
¡Tum-tum-tum!
En los pies de ella.

***

Todas las mañanas (de lunes a viernes) Eusebio se despertaba con el puntual taconeo de la mujer que habitaba sobre su mollera. Porque sin lugar a dudas era una mujer. Pasos cortos y con ritmo. Inquieta y casi espartana, bailaba por toda la habitación y luego por toda la casa. Si, toda la casa, porque Eusebio, muy pronto abandono su dormitorio para seguir perturbadoramente aquellos tacones por a través de un “tablao” de dos plantas donde en la de arriba taconeaba, seductoramente, ella, y en la de abajo escuchaba, seducido, él.

***

Una mañana cualquiera y sin aviso; cesaron los tacones.
No más la despedida en la puerta de casa, una planta más abajo para verla pasar por la escalera con su paso marcial.
Comprobó, Eusebio, con la más seria y absoluta desolación que ella ya no llevaba botas. Y empezó el delirio de Eusebio, después de despertar. Empezó a oír un taconeo dentro de su cabeza y no por encima de ella.
Eusebio enloqueció de la noche a la mañana. Si, literalmente,
de la noche
a la mañana.

***
¡Tum-tum-tum!
En la cabeza de él.
¡Tum-tum-tum!
En los pies de ella.

/

Irma 1

1943.-

Se veían casi a escondidas. Primero en la plaza, luego en la vereda de adoquines redondos que bajaba hasta su casa. Ella de doce años y él de dieciséis. Vivirían 50 años juntos pero antes ocurriría esto que viene a continuación:

“Todas las tardes de domingo, y una vez hechas las presentaciones formales desde hacía varios meses, la madre de Irma (llamada también Irma) se sentaba en el salón de casa a hablar con Rodrigo (novel oficial en estudios), mientras que Irma miraba desde el pequeño sofá toda la escena. No se podían mirar a los ojos, pero Rodrigo se contentaba con admirar el bonito vestido (con pequeñas florecitas bordadas) de Irma. Y sus dignos zapatos. Todo ello mientras daba conversación a la madre de Irma y a algún ocasional tío que se dejaba caer aquellas tardes de domingo. Irma disimulaba que en su vestido una de las florecitas, estaba mal cosida a su manga. Disimulaba para su madre, que para Rodrigo daba igual una cosa que otra. A pesar de su juventud, ambos sabían que todo aquello tenía un sentido únicamente para ellos. Y el sentido se agrandaba, cuando podían caminar más o menos a solas, al marcharse Rodrigo. Un trecho de cinco metros que no daba para mucho, pero si para rozar los hombros y un poco los brazos. Irma disimulaba. Y Rodrigo se marchaba. Se marchaba tanto que un día se marchó por mucho tiempo y cuando regresó, fue para casarse con Irma y llevarla de la mano por el mundo. Pero antes lo dicho: pasar por el altar. Y una vez recién casados, esa misma tarde, el descubrir que más que Irma, aquí el artista del disimulo era Rodrigo, que de un pañuelo blanco y plateado, una vez desenvuelto, deja a la vista una pequeña florecita bordada (de esas mal cosidas a las mangas). Tantos años después de aquella tarde de salón, y todo tenía un sentido”.

Y contar esta historia, y repetirlo todo, casi sin darse cuenta, pero con un diente de león y miles de kilómetros y miles de días de distancia. No en la misma intensidad, pero si con algún sentido inexplorado.

*

El perfeccionista de la felicidad

Cada vez que iba por la calle, le preguntaban si era feliz.
Podía ser en cualquier lugar, en cualquier momento. Igual la chica de la taquilla del cine, que un profesor jubilado en un vagón del metro.
Intempestivamente o meditadamente llegaba la pregunta.
Siempre con aquel tono de tía solterona: “¿Eres feliz?”
Y él respondía subiendo los hombros: “Pues no lo sé”.
Así durante un tiempo.
Pero una noche, en su cama, abrazado, se planteó dar una mejor respuesta a la pregunta. Adaptar un gesto más apropiado.
“¿Eres feliz?”
Y él respondía con cara de Charles Bronson: “Es muy pronto para decir eso”.
Por la noche de vuelta en la cama, abrazado, se felicitaba por su respuesta del día, y se conminaba a buscar una mejor respuesta para el día siguiente.
“¿Eres feliz?”
Y él respondía mirando hacia el suelo: “¿Alguien lo és en realidad?”.
En la cama, hacía variantes variantes de la respuesta del día y completaba el gesto anterior.


“¿Eres feliz?”

Y él respondía mirando hacia el suelo y levantando la vista: “¿Alguien lo és en realidad?, y si yo lo fuese ¿debería decirlo?”.
Por la noche en su cama, abrazado,...
... se sentía feliz.

*

Viento, viento... (serie refrispica)

Viento, viento... (serie refrispica)

¿Por qué me gusta tanto esta chica?

¿O es la hoja lo que me gusta?

*

Tramuntana

tramont

Siempre que llego hasta este mástil, me provoca hacer juegos de palabras.
Pero esta de aquí, me impone algo de respeto y sólo me atrevo cambiar una U por un Jota.

*

La chica y el violín

La chica y el violín

Hay lugares, a los que es necesario llegar para que te transporten completamente. Incluso, puede que hasta te devuelvan hasta el punto de partida. Y entonces estamos más abiertos a entender las cosas. O al menos eso creemos.

El lugar que muestra la imagen, es Ancud, un lugar tan al sur de Chile que ya no recuerdo si podría llamársele sur a aquella latitud.

Allí, una mañana, o una tarde, había una chica tocando un extraño violín. Parecía hecho de partes de otros instrumentos. O un instrumento enteramente nuevo que asemejaba a un violín. A su lado estaba un chico con un guitarra callada, que admiraba todo lo que hacía la chica. Y un poco más alejado me encontraba yo, observando y escuchando.

Y todo aquello fue un gran descubrimiento. La escena, quiero decir, porque todo el montaje es para mi, un enigma recurrente, que intenta decirme algo, y que viene a mi memoria de tiempo en tiempo a ver si he resuelto el conjuro.

**(Hablemos de la chica y del violín)**. (La chica con los ojos muy abiertos movía con fuerza el arco susurrante). (Una chica hermosa, pero su fuerza lo era más). (El chico, agarraba con nervio su muda guitarra). (De repente, ella, levantó la mirada y reconoció las miradas de todos, sin dejar de tocar...). (Y nos miraba como si no fuese ella la que tocase, ni su violín el manantial de esa música). (El arco soltaba un tímido talco al caer acelerado, una y otra vez sobre las tensas cuerdas).

Y aunque entre los paréntesis (temporales y literales), he llegado a algunas conclusiones, por ahora, debo admitir, que sigo sin resolver la pieza.

Y eso me maravilla.

Y eso me frustra.
Y eso me atrapa.
Y eso me estorba.
Y eso me molesta.

Y eso me agota.

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Sebastianes en extinción

Sebastianes en extinción

Este era una vez un Sebastián, que tocaba y tocaba su guitarrita, sin ser observado, muy concentrado, con cara de genio, con su coleta al aire y su espíritú impoluto.

Oh!, que genuino Sebastián.

Pero un día aparece una bruja mala malísima, que con su varita, hace que Sebastián engole su pose, congele su gesto, contenga su gracia...

Oh!, que falso Sebastián.

Y entonces vienes tú, y desatas el embrujo del pobre Sebastián con alguna moneda que dejas caer sobre la funda de su guitarrita.

Oh!, que genuino Sebastián.

Advertencia: esta historia puede que sea completamente al revés. O viceversa.

*

Un grado de libertad adicional

Ahora no recuerdo con precisión el concepto de "grado de libertad" en matemáticas y física.
Pero ya iba siendo hora de probar.

Para empezar, Keane, que ratifica lo que digo.

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Posts esenciales e invisibles

Posts esenciales e invisibles Una guía práctica para (re)descubrir los posts en la cumbre y en el valle de nuestro paisaje estelar.

Hay en Blogia un error bastante curioso, en el buscador, que hace que los posts que están en "borrador-no publicados" sean visibles como por arte de magia. Es un error de confidencialidad de la información que hoy, mañana y pasado nos va a permitir hacer un pequeño juego final.

Esperemos que Blogia no se percate de ello por un tiempo.

Todos los que escribimos, sabemos que hay días que salen posts que nos gustan más y posts que nos gustan menos. Textos que cerramos con ese último punto final, y una sonrisa en el alma; y párrafos que releemos un par de veces y queremos tirar a la papelera.

Y de esta idea nacen los posts esenciales e invisibles.

Los posts esenciales son aquellos que rompieron un paradigma en mi cabeza, en este blog o en mi forma de escribir. Si usted ha llegado aquí por primera vez, y no tiene tiempo para regresar y repasar todos artículos, haga clic en algunos de estos posts. Son esenciales, en mi opinión.

* Cubicuidad de Mercurio

* La bolsa azul y el detergente

* Kabuki Accidental (i y ii)

* Bahía Blanca y el viento afilado.

* Andrés y Eva (Armonía en estéreo)

* Ojos verdes

* Lanzamiento de miradas

* Impedancia

* Mobil-Home

* No es por presumir

* Todos somos Ferdinand

* Siempre gana la banca

* Pensamiento de Ida y Vuelta

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* Buscando un rotulador

Por otra parte, los posts invisibles son posts que decidí mantener ocultos, ya sea por falta de tiempo para mejorarlos, o porque los hice visibles durante algunos minutos y luego me arrepentí escondiéndoles, o porque son variantes de otros posts, o porque simplemente no me gustaron pero quise guardarlos. Creo que son 47. Si usted ha llegado aquí, después de descubrir los suficientes los posts visibles, y tiene algo de paciencia; siga estas instrucciones para crackear el buscador de blogia:

1.- Sitúese en el magnífico buscador de este Blog.
2.- Tecleé una vez la barra espaciadora, dejando obviamente 1 espacio.
3.- Oprima el botón de BUSCAR.
4.- Observe con atención el listado de todos los posts de Spica* y busque aquellos que están de COLOR ROJO y que empiecen con TRES ASTERISCOS ***.
5.- Elija uno y haga "crack" al sistema Blogia para preservar los borradores-no-publicados de los que escriben un blog en Blogia.
6.- Guárdese un post invisible para mañana.

Y con esto y un bizcocho, una vez más hemos dejado al Principito y a sus axiomas de lo visible y esencial, en un papelón vergonzoso. Como casi siempre, en Spica*.

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Un post redondo

Un post redondo
redondo..redondo..redondo como un plato de Ikea... mi vida es un redondo como un plato de Ikea.

90º
Hace tiempo que me muero de ganas de subir un post como este.
Está dedicado a dos grandes vouyeristas de los blogs minimalistas que pueblan estos mundos que se han de tragar los agujeros negros.

180º
Admito que me encantan como se asoman a otros blogs, se miran, leen los comentarios y dudan en si comentar o no. Y ya me gustaría que lo hicieran más a menudo, porque es muy divertido verles en tales maniobras.

270º
En el caso de este blog, nunca hice un post así, pero el haber estado cerca o lejos de ello depende en mucho de quien lo lee. Así que sin más preambulos, aquí va de nuevo (o viene), el post más redondo de Spica*. Agarraos fuerte a vuestros asientos...

360º
redondo..redondo..redondo como un plato de Ikea... mi vida es un redondo como un plato de Ikea.

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Enunciados Angelicales

Enunciados Angelicales “Admiro a las personas que son felices, en lo que aparentemente es una vida sencilla. Personas que viven la mayoría del tiempo en un mundo básico, espontáneo y muy claro. Personas que tengan éxito o no, van ascendiendo por el camino de manera segura y sin demasiadas frustraciones a cuesta.”

Esto pensaba, Ángeles, mientras fumaba un pitillo tranquilamente en un banco de su barrio; viendo pasar a las personas sencillas y a las personas complejas.

Entre calada y calada se iba cuestionando la idea arriba expuesta sobre las personas sencillas. Necesitaba, por distracción, enlazar sus pensamientos hacia alguna conclusión. Porque pensar para Ángeles es, ante todo, una cuestión de método. Ve algo que le da una idea, por ejemplo: esa chica guapa y de zapatos rojos (casualmente como los de ella) que va andando hasta detenerse en el semáforo. Le parece sencilla y feliz. Y Ángeles elabora un enunciado de por qué es esa chica es así (inspiradora, por cierto) y ella completamente diferente (excepto por los zapatos rojos). Una calada sencilla y expirar en un cuerpo enmarañado. Luego viene el momento de invertir el primer enunciado, de cuestionarlo: ¿y las personas que no somos sencillas, qué?, ¿soy yo sencilla o compleja? Ángeles es compleja, lo sabe, pero evita usarse como ejemplo para no distraerse. Piensa en alguien conocido, por ejemplo: Enrique al que si no le atienden en 5 minutos exactos al sentarse en una mesa de restaurante o en un bar, se levanta y se marcha llevándose el salero como prenda. Eso es ser complejo. O tonto. O muy justo consigo mismo. Complejo. Sencillo, no.

Ángeles da otra calada, mientras en su cabeza une en santo matrimonio a Enrique con la chica guapa y de zapatos rojos. Les intenta ver haciendo la compra, haciendo el amor, haciendo una vida sencilla y compleja. Pero no cuadra en su cabeza semejante amalgama. Es como forzar dos piezas de un puzzle y que queden ahí, unidas, ambas deformadas.

Decide cambiar de escenario y al levantar la vista ve a un chico asomado en una ventana que fuma un cigarrillo. Allí es la vida muy sencilla, aunque desde ese marco de madera y aluminio las cosas y personas que se observan sean complejas. Porque desde esa ventana, ella es sencilla, a pesar de las ideas tan rebuscadas que pasan por su cabeza. Porque desde una ventana una calada es más sencilla que en un banco de una plaza. Y es en la última calada, y en el último párrafo, donde Ángeles demuestra con precisión matemática que no son las personas complejas ni sencillas, sino las situaciones o en dónde nos apoyamos. Y todo está basado en si vemos la vida desde un banco o desde una ventana. Expirar e inspirar humo desde una y otra, son dos cosas diferentes.

Enrique se hace sencillo y la chica guapa de zapatos rojos se retuerce en espirales sobre ella misma.

Y Ángeles se levanta, con una sonrisa, y concluye su discurso.

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Je t'aime… cara mía.

Je t'aime… cara mía. Tantos años en silencio, pensando qué decirte.
Y abrí la boca para decir:
- “Je t'aime, mon amour”

Tantos años en silencio esperando tus palabras.
Y abriste la boca para decir:
- “Je t'aime, mon amour”

Pero yo detesto el francés (no lo sabías, ¿no?).
No soporto su cadencia, ni sus engolamientos.
- “No vuelvas nunca más a decirme nada en ese idioma detestable”, te dije sin compasión.

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Pasaré otros años, en silencio, pensando qué decirte.
Y abriré la boca para decir:
- “Ti amo, cara mia”

Y caeremos presos en un abrazo escarlata y mojado.
Un abrazo de cadencias y engolamientos perfectos.

Un abrazo con-pasión.
Un beso con-pasión.

Un tiempo en el que las lenguas SI importan

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Marketing Directo

No nos gustan los eslóganes, pero ahí va uno:

“Todo hombre es interesante, siempre y cuando no se *olvide* a sí mismo. Esto lo hace vulnerable y le hace perder".

Sería fácil decir la frase inversa aplicada a la mujer, pero mejor queda así (ahí va otro eslogan):

“Toda mujer es interesante, hasta que se “encuentra” a sí misma, sobretodo si va de la mano un hombre que no es *olvidadizo*.”

No nos gustan los eslóganes, y menos los que se inventan mirando a hombres y mujeres caminando por la calle.

No,... no nos gustan los eslóganes.

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