Cuando le pregunté, lo que dijo Pedro de esa foto fue:
Tanto leer a Neruda y a Hesse, y no sirvió de nada.
...Tanto aprender de oportunidades al chasquido de los dedos, y no sirvió de nada.
...Tanto nadar y respirar mejor, y no sirvió de nada.
...Tanto viajar y aprender a observar, y no sirvió de nada.
...Tanto pensar, pensar y pensar conmigo adentro, y no sirvió de nada!
Aquella tarde, hace 50 días, hice muchas fotos de la gente, de las cosas, de las esquinas, de los pies, de las copas,... de lo que inunda la calle.
Y en un carrete, atrapada, encontré mi otra vida. En un ocre y brillante negativo, allí estaba quién me busca a mí, allí estaba a quién busco yo. Allí estaba sentada, leyendo a Hesse bajo el sol, moviendo sus pies descalzos por encima de sus sandalias desatadas. Allí estaban mis horas futuras de sueño y de vigilia, de palabras y silencios. Allí estaba el cabello que
nunca peinaré.
Y yo pasé a su lado, a 5 metros tan sólo, con mi cámara y mi vida. Con todo lo que he vivido a cuestas, con mis zapatos bien atados y los ojos distraídos, menos vivos que mi cámara. Y aun así, a pesar de ella, tan exacta, de nada ha servido.
Allí atrapada vive ella, antes en negativo, ahora positivada.
Revelada en papel ante mis ojos.
Ella revelada, 50 días después.
(Y todos los que restan por delante).Eso último no lo dijo; lo pensó.Y al final de la historia pensé que en algún lugar del planeta, esa chica aun vive en un carrete de fotos.
Esperando por Pedro.
Y al final salir del cuarto oscuro en el que ambos viven.
*