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Spica *

lo kinestésico

Halo-geno

Pedro sueña que la mujer de su vida está al otro lado del andén del metro.
Y la mujer al otro lo lado, ve a Pedro.
No sabe, Pedro, muy bien qué hacer.
¿Tendrá el valor de correr hasta el otro andén y hablarle a la mujer de su vida?
¿O es la mujer de sus sueños?
¿Tendrá tiempo mientras duerme?

Pedro sueña que la mujer de su vida está al otro lado del andén del metro.
Y la mujer al otro lado, se inquieta un poco.
Como es el sueño de Pedro, Pedro decide hacer una pausa y plantearse todas las opciones.
No sabe, Pedro, muy bien qué hacer.
¿La hace una señal con la mano para que se de cuenta que él está en el otro andén?
¿Ella le entenderá?
¿Es ella la mujer de su vida o de sus sueños?

Pedro se sienta un momento y se desespera considerando todas las opciones.
¿Y si ambos corren en direcciones opuestas y vuelven a estar en el otro andén?
¿Mejor hablarle y explicarle la situación a gritos?
¿Hablará su idioma?
¿Es el metro de su ciudad -la de Pedro-?
¿O es el metro de la ciudad de la mujer de su vida?

Pedro controla su sueño, pero no el tiempo pasa
Fuera, muy fuera y en el más acá, se acerca inexorable el astro rey
Por debajo del horizonte.
Como una luz de metro que asoma dentro del túnel.

---

Pedro, es tu sueño.
No el mío.
Háblame,
ven al andén,
dime que vaya,
pero haz algo Pedro, que no importa la ciudad o el metro, o el idioma, o todas las opciones...
lo único que importa es lo que acaba con el andén, con el metro.
La luz del metro, o la del sol.
Háblame o llámame con la mano, todo vale
que en tu sueño soy eso: la mujer de tu vida
o la de tus sueños,
al otro lado del andén.

---

Pedro tiene un presentimiento. Una inquietud, se mueve fuera del sueño y decide removerse. Un halo de luz empieza a bordear la película de su sueño.
Y también el andén.
Pedro se levanta y olvida las opciones y las preguntas. Echa a correr por el andén en busca de las escaleras, baja corriendo con un miedo extraño en el cuerpo, atraviesa las vías por debajo como una exhalación y sube jadeando por las escaleras hasta el andén donde está la mujer de su vida -de su sueño-. El halo se hace más -omni-presente, y Pedro va sintiendo una pena que le oprime el pecho.
¿O es el cansancio de dormir?
Pedro está en el andén, pero no hay nadie. El metro espera con las puertas abiertas. ¿Dónde está ella?
¿Dentro del vagón o aún en el andén?
El halo de luz casi no deja ver a Pedro. Suena el silbato del metro y Pedro corre hacia las puertas... que se cierran inexorablemente. Y el pequeño túnel rodeado de una luz vespertina hace de marco para el vagón que se aleja despacio. Se marcha despacio, y deja en su lugar un océano de destellos y de luces.

Aquí sigue el sueño de Pedro, pero se trata de esa parte final que casi nunca podemos recordar.

Otra noche de éstas, Pedro volverá al mismo punto, y tendrá de nuevo la oportunidad de resolver el misterio de la mujer al otro lado del andén.

Todos tenemos siempre, esa oportunidad.

*

Las ciudades son historias (iii) El Lince de Villanueva

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Vais a flipar.

Museo del Prado.
Detenido con la bici entre las piernas veo caminar a una rubia de falda muy, muy corta.

De improviso, una mano me golpea la espalda y me dice: “¿Entrenando para el Tour de Francia?”.
Como llevo cascos, le digo que no le oigo y me quito el del oído derecho mientras un hombre grande me sonríe y murmura: “os vais a quedar sordos con tanta música y ruiditos”. Me pregunta de nuevo: “¿Que si estás entrenando para el tour, chaval?”

A partir de este punto, entramos en un túnel de cachondeo.
Los dos.

- Efectivamente, para el tour, y además sepa usté que vengo del Giro de Italia.
- Hala!, que bien -me palmea y me descalabra la espalda un par de veces-... estás bicis ya no son lo que eran... las de mi época tenían esta barra más alta y se pedaleaba así... mmmmfff... mmmfff... (hace un gesto irrepetible y muy gracioso de pedaleo)
- Hombre, que noooo, que cómo voy a entrenar para el tour con estas pintas. Y además ya estoy muy viejo para entrenar para algo tan grande como el Tour.
- ¿Pero no estabas en el Giro?
- Que no, que era broma...
- Anda, que cachondo... pues mira que yo, con veinte años, fui campeón de Villanueva... durante cinco años.
- ¿Villanueva de la Cañada?
- No hombre, Villanueva del Páramo... eso está muy lejos de aquí de Madrid.
- Villanueva del Páramo... con que campeón ¿eh?

A partir de aquí, entramos en el túnel del surrealismo.
Los dos.

- Si. Campeón cinco años seguidos. Claro que, todo hay que decirlo, competía contra diez chicas y un cojo. Así los cinco años.
- ¿Qué?
- Si hombre, un pobre chaval que vino de la guerra, ya sabes, sin una pierna, así con un muñón, y ahí estaba con dos cojones, el chaval competía.
- Joder, que ganas le ponía el hombre.
- Pues si. Y las diez chicas, todas con celulitis. Como para freir morcillas. Así –hace aspavientos con las manos-, así, así...
- Pues así visto, lo tenía usté mu facil para ser campeón cinco años.
- Pues si. El “Lince de Villanueva” me llamaban.
- Hummm... el “Lince de Villanueva”... suena muy bien.
- El Lince de Villanueva... y deja de reírte... mira que...

No puedo dejar de reírme apoyado en el hombro del lince.
El lince también se ríe.

- Oye Lince, me dejas hacerte una foto con mi bici.
- Mira que eres cachondo... venga, has la foto.

Clic!

(No, Lince, el cachondo eres tú, que dios te guarde a ti, al cojo y a las diez ciclistas celulíticas).

*

Román el escapista

Román el escapista

Román sueña que entra en su cabeza. En su cerebro.
Descubre, con asombro, que su mente es vasta e infinita, y que el limitado es él.
Hay una pared de ladrillos bastante vieja y gastada que conforma un laberinto dentro de una zona ínfima de su cabeza. El muro es tal cual como el que construiría él en un mundo real.
Dentro de su cerebro, dentro del laberinto, Román recorre con calma todo el entramado de pasillos y muros elevados. Va con la mano rozando la pared de su derecha para no perderse.
Por momentos se frustra de estar tan encerrado, y más aun cuando puede ver luces estroboscópicas que proceden por encima de la tapia neuronal.
Pero se calma y piensa en Ícaro.
No funciona.
Se calma más aun y piensa en una grúa con bola gigante de derribar paredes.
No funciona.
Se calma todavía más y piensa en una mano de niño que con un lápiz le muestra la salida del laberinto.
No funciona.
Se calma en el límite de lo posible y PLIS-PLAS... Román no piensa.

Román no piensa, y luego existe.

Y al no pensar, Román escapa del laberinto convertido en un resorte, una idea que viene de la cabeza de otro. Y escapa convertido en una pluma, que sopla de la cabeza de otro. Y escapa como un torbellino de arena, en una idea que viene de la mollera de otro.

Y escapa.

*

Bajo el árbol

Bajo el árbol

Desgraciadamente llegó muy tarde... y lo peor es que luego, llegó muy temprano.

*

La condenada iluminación de siempre... jo!

La condenada iluminación de siempre... jo!

Mr. Heller va caminando por Preciados, aceptando que no hay nada mejor que meditar mientras anda. Así durante años.
En eso está, cuando una tarde empieza a rasgarse una línea de luz fluorescente delante de sus ojos. Al empezar a entender todos los misterios de su cabeza, una chica que pasa por su lado se enamora alocadamente de Mr. Heller.
En ese preciso momento la línea de luz se cierra, y Mr. Heller se queda con la chica para vivir una vida común, corriente y muy feliz.

*

Custodia

A Custodia, en el bar, siempre la confundían con Concordia y eso la fulminaba.
“No se puede tener un nombre así”, decía.
Pero no aclaraba cuál.
Vaya por dios.
Un día apareció una Concordia, en el bar, y para Custodia todo fue armonía, paz, tranquilidad, simpatía y conciliación.
Por fin Custodia era Custodia y Concordia todo lo demás.
Vaya celo, reserva, acecho, amparo y cuidado el de la primera.

*

(basado en hechos reales. No se imagina usté cuánto, aquí en el bar en frente del trabajo)

Sr. Juancho

Sr. Juancho

El Sr. Juancho, un buen día descubrió que era un viejo dentro de un cuerpo joven. Mirando las hojas recientes de la primavera en el cruce de un semáforo, descubrió que ninguna persona de su edad miraba las hojas recientes de la primavera, excepto un viejecito que estaba al otro lado del paso de cebra.
Y entonces el Sr. Juancho descubrió porque se aburría tanto desde hacia tanto tiempo. Y por qué no tenía nada ya que decir en las tertulias de su generación. Y por qué prefería entrar a los bares de jubilados y cuidar su dentadura. Y entendió porque le gustaban las mujeres mayores (mayores de verdad). Y por qué se sentía tan a gusto hablando con los vecinos de banco en el parque capital.
El Sr. Juancho, descubrió una cosa que por esencial, no es tan obvia... y es que era un viejo dentro un cuerpo joven. Y que no tenía que ver con vivir muy deprisa, sino con haber contado todos los chistes que se sabía antes de cumplir los diez años, y haber filosofado a Kant, a Hobbes y a Smith antes de los quince años, y haber bailado todos los danzones, antes de los veinte.

Juancho, ya despreocupado cruzó la calle y entró en una tienda para comprar un bastón.

*

Des-pausa

¿Está esto muy abandonado, no?

Es hora de probar con tres bolas.

Veamos qué tal.

*

Manzanaria

Manzanaria

¿Qué puede decirse de una manzana, a la que muerdes y sabe a otra fruta tan distinta y tan lejana que no sabes cómo se llama, pero sabes que existe?

Es justo lo que me acaba de pasar.

*

Kamikaze

Kamikaze

Desde la avanzada perfectamente alineada surguió el pensamiento de un guerrero menor de color blanco:
- "Soy un kamikaze".
Así pensó por delante de la esbelta torre de su mismo color.

Furiosos caballos, de dos tonos, retozaban a su lado.
Mira!, mira!, allí va el reluciente caballero blanco, protegido por el monje de daga afilada. Qué maniobra.
Oh!, qué dolor!, se ha entregado el caballero, y con él su coraje y su destreza, pero a cambio hemos protegido lo que más amamos.

La Dama.
No el rey, la dama.

¿No se trata de eso la vida?, ¿no se trata de eso la guerra sobre dos entramados?, ¿la batalla?
Y un poco de tiempo, si que hemos ganado.

- No me importa avanzar solo. Mi dama lo entenderá.
Y el enemigo quedará desconcertado. No adivina que este pobre peón blanco ha jugado mil veces este juego.

*

Epílogo.-
La blancas ganaron.
El peón murió en la maniobra, pero la Dama negra quedó tan perturbada por ese acto de amor en el campo de batalla enemigo, que no halló inspiración para ganar la partida.
Y es que no había peones tan entregados en sus filas.

Puertas interestelares S.A.

Puertas interestelares S.A.

Un día se pudo.
Si, así como lo oye. Alguien descubrió cómo abrir puertas interestelares a voluntad de cualquiera y sin limitaciones de espacio.

¿Que querías vestirte hasta el último segundo para ir a la Ópera?... no pasa nada. Con los cordones recién atados, al segundo siguiente estabas en tu butaca del teatro.
¿Que querías visitar el Everest un minutito nada más, sin máscara de óxigeno?... fácil. Hasta con el jersey más gastado y los mocasines del trabajo podías atisbar el horizonte desde la cumbre más alta.
¿Que apetecía ir al water de tu propia casa?... adios a esas delicadas maniobras en los servicios de otras latitudes.

Paro ya de contar. Es fácil imaginar lo que vino después.

El mundo cambio. Para peor, claro. El sistema laboral, económico y macroempresarial cambió de la noche a la mañana. El entramado social y las estructuras conocidas saltaron por los aires. Partiendo de eso, vino el hacer a de cada ser humano. De las cosas más graves que ocurrieron: los repartidores de pizzas se quedaron sin trabajo. Mensajeros, conductores de autobuses, taxistas, pilotos de aviones, funcionarios de correos. Pequeñas venganzas empezaron a tramarse desde cada colectivo afectado. Mejor no contar lo que hacían los furibundos repartidores de pizza.

Lógicamente el Everest fue perdiendo altura poco a poco, aparecieron niños con un sospechoso sobrepeso, padres extraviados por el mundo, suicidios en la luna, vivir siempre de noche, el festival de las 100 cervezas del mundo en un sólo día, microbuceos bajo el mar, carreteras abandonadas retomadas por la flora, auroras boreales extintas de puro miedo escénico.

Un desastre mundial, arropado por millones de destellos interestelares sobre el planeta. Se nos fue de las manos.

Y las consecuencias inevitables... envejecíamos más de prisa. Con cada "salto" se nos cargaba a cuenta el tiempo que hubiésemos tardado en llegar de la manera normal. Los que se dedicaban al mal fueron perdiendo la propiedad de hacer el truco. Los distraidos aparecián donde no debían y allí se quedaban. Finalmente, alguna entidad superior poco satisfecha con el uso que le dimos a ese don, decidió un buen día quitárnoslo.

Un día no se pudo.
Si, así como lo oye. Todos dejaron de abrir puertas interestelares y la idea quedó por siempre en nuestra mente colectiva.

Se dice, que algunos, en ciertas condiciones pueden hacerlo.
Todo apunta al colectivo de los repartidores de pizza cuando llevan un retraso que les hará incumplir la premisa aquella de "en menos de 30 minutos". Pero esto ya es mitología mundana.

*

Elegía de mañana

Mañana me dejaré llevar por lo que diga la gente, por como visten, por lo que piensan. Mañana al ir en el autobús hacia el trabajo, no miraré a través del cristal, buscando la cara de otro como yo en un autobús en contravía. Porque el que mira al de al lado, con ganas de mirar, se revela como buscador matutino de no se sabe qué. Mañana en vez de ir imaginando un encuadre para hacer una foto, buscaré un periódico gratuito sobre una papelera para dejarme ir y distraer mi mente que intenta bufar como una locomotora. Mañana no tomaré las manos de aquella, ni de esta, sino la derecha con la izquierda, mientras estiro las piernas sin importar quién mira a través del cristal del autobús. Mañana no me instaré a recordar el famoso "Si" de Rudyard Kipling, sino todo lo contrario. Buscaré una manera, un recurso legal, para demandarle por tanto “Si” a medio camino, deseos sin cumplir y pérdidas no imaginadas apostadas en un solo lance de unos dados. Le demandaré por incumplimiento de contrato, con mis manos cruzadas sobre un periódico gratuito y las piernas estiradas.

Porque Kipling, a veces nos engañas, aunque seamos los culpables.

Cuidado y no tropieces con mis piernas.
(No tropieces conmigo).

*

Galería de promesas

Galería de promesas

Hay una región del planeta, de una hectárea exactamente, nunca pisada por los hombres, en la que hay un vaso de vidrio por cada habitante que existe o ha existido. En cada cerámica azulada se guardan todas aquellas frases que pronunciamos en voz alta o en voz baja, cuya cualidad es retar un imposible o en resumidas cuentas, fanfarronear sobre tareas heroicas, que rozan lo divino sin abandonar la esencia impura y limitada de todo ser humano.

“... te bajaría la luna con mis manos.”
“... bebería los mares por verte una sola vez.”
“... lo haría con los ojos vendados.”
“... con una mano a la espalda, lo haría en la mitad del tiempo.”
“... en un parpadeo de tus ojos”

La del kikiriki de un gallo, la de los vientos, esa, aquella... dejo a la imaginación, las infinitas frases que llenan esos envases crisálidas.

***

Gervasio Gervasiel y Claudio son dos arcángeles que bajan del mismísimo cielo una vez por semana, con la santa intención de pasearse con esmero por esta hectárea sagrada. Están enzarzados desde hace ya un mes, en apostar día si y otro también, por encontrar la frase más graciosa o la más descabellada. Son tan creativos los humanos. Casi divinos. Entre Claudio y Gervasio Gervasiel, el que gana ha de prestar sus alas, tan sólo por dos horas, a una mortal hermosa, de la elección del otro, para aclarar aquello del sexo de los ángeles y saldar la cuestión. Son tan creativos los humanos.

Y se acerca Gervasio Gervasiel a una vasija frágil y cristalina, como las frases que guarda, y mete la mano dentro de ella, en posición tal que mientras lo hace mira a su casa (el mismísimo cielo), y al sacar la cinta con la frase, el arcángel se ríe, sin dejar ver los dientes.

- Este día ganarás-, le dice Claudio contento mientras mueve sus alas.

*

De compras

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Y en el centro Max. Afilando su cuchillo contra el amolador mellado, para rematar con dos pases rápidos de la hoja sobre su palma abierta y un golpecito sobre el tronco que hace de soporte. Max es mi carnicero y me he fijado que siempre hace ese ritual antes de hacer filetes perfectos.
Máximo tiene solera y honestidad, lo cual tratándose de cortes de ternera se agradece como pocas cosas en un mercado. Antes de llegar a su puesto, su voz se escucha claramente sugiriendo qué es lo mejor del día: los mejores chuletones de tu vida, la mejor carne picada para albóndigas, las manitas de cerdo más ricas, el lomo de ternera más suave,...

En el fondo, pareciera que Max quiere ligar con todos sus clientes, entre tanto piropo gratuito. Pero lo único que quiere es recomendarte un buen ossobuco para hacer sopa. Y yo me llevo el ossobuco convencida. Entonces, Max sonríe satisfecho.

Después de tantos años, he descubierto que llegar a su puesto me apacigua del jolgorio matutino. A lo mejor es porque siempre me pregunta alternativamente por uno de mis niños, a la vez que va cortando alternativamente las chuletas de Sajonia. Estoy segura de que todos sus clientes, al dejar su puesto, continuamos la compra más alegres y relajados.

Lo siento por Antonio y Marta (mi pescadero y charcutera, -alternativamente-.)

Pero ¡oh!, aun había algo más que contar...

*

Ilustración de Ariel.
Textos de Carlos o Sá.
Idea original de Sá.
Inspiración de nuestros sábados de mercado (La Boquería y Maravillas).

La increíble historia de Alexandrus

La increíble historia de Alexandrus

Alexandrus se había entrenado toda la vida para ese momento. Nadar, montar en bici y correr es algo que había aprendido de la mano de su abuelito, un ex_atleta olímpico de una época dorada.

Dorada para su abuelito. Para Alexandrus era un auténtico dolor, día tras día.

El caso es que Alexandrus se enfrentaba a la prueba de hierro de los más fuertes: casi 4 kilómetros de natación, 180 km de bicicleta y una maratón de 42 km como guinda del esfuerzo supremo.

La noche anterior, mientras comía despacito su plato de espaguetis con calabacines, su abuelito le hacía preguntas sobre el recorrido, sobre conteo respiratorio, sobre el esfuerzo mental que sobrevendría en determinados puntos clave de la carrera. Todo a la vez que le tomaba el pulso y le medía el diámetro de las pupilas.

En Alexandrus todo estaba bajo control. Su abuelito se había encargado de todo durante estos años de duro entrenamiento.

¡En sus marcas!, ¡listos!... ¡¡¡FUERA!!!

Alexandrus salió como una exhalación. Nadó como le enseño su abuelito. Salió del agua como le enseñó su abuelito, mientras sus antagonistas le comían los talones.

Pero Alexandrus siempre iba dos segundos por delante.

Alexandrus subió a su bici como le enseñó su abuelito, y pedaleo contando de 5 en cinco entre respiración e inspiración. 10 metros por pedalada en el piñón de mayor desarrollo, como le enseñó su abuelito. Llegó como un huracán a la segunda meta, mientras sus enemigos le seguían de cerca sin perderle de vista.

Pero Alexandrus siempre iba dos segundos por delante.

Y ahí fue cuando ocurrió la tragedia. Una catástrofe que dejaría a Alexandrus sin ninguna posibilidad, y frustrado para siempre en su vida de hombre de hierro. Tal y como nunca imaginó su abuelito. Que por cierto, se desmayó de la impresión.

Y es que Alexandrus al cambiarse las zapatillas para empezar a correr, sólo sabía hacer el nudo ese de los dos lacitos, con dos vueltas y media, y un tirabuzón largo; sostenido con el dedo meñique mientras se tira con cuidado de los cordones hasta dejar un nudo perfecto de una época ya lejana. Y luego con cuidadito; la otra zapatilla.

tal y como le enseñó su abuelito.

*

Y la farola se interponía...

amoretrio

...entre el amor que surgió de los guiños en verde y la tensión del ambiente.
Un amor imposible, con pentagrama de fondo.
Y un solo de claxon disonante.

(en las buenas historias de amor, siempre hay alguien que se interpone).

*

Palomino Remolino

Palomino Remolino

Lo de Palomino no podía ser normal y todos creen que empezó con los huevos.
Los huevos fritos......... los cuales daban tres, cuatro, cinco saltos mortales antes de descansar nuevamente sobre el sartén.

Y es que a Palomino le encanta cocinar. Adora cocina. Le fascina. Pero más que cocinar, con lo que realmente disfruta es lanzando la comida hacia arriba dejando que den dos, tres, cuatro o cinco giros para caer elegantemente sobre la sartén, wok o parrilla portátil.

Todo vale, con tal de que la comida que prepara, toque la estratósfera y baje bendecida por San Pedro, al plato.

Obviaremos el hecho de que mientras adquiría maña, en su movida juventud, el techo de su cocina era un verdadero collage de tortillas, pizzas, alcachofas, curry, champiñones, guisantes, mermelada de piña, y vaya usted a saber que otros ingredientes.

Con solemne profesionalidad, Palomino aprendió a lanzar las tortitas dulces con una mano, mientras con la otra lanzaba la mantequilla y la mermelada, haciendo que en cada cara (mientras la tortita gi-ra-ba) cayera la una y la otra respectivamente. Limpiamente, para caer simétricamente doblada sobre el plato al lado del fogón.

Y más.

Las doradas a la plancha eran una especialidad digna de verse en vivo y directo, ya que Palomino lanzaba la inerte dorada, con un mágico movimiento de muñeca que la hacía dar veinte tirabuzones mortales (¡veinte!) y que de cuajo le arrancaban todo el espinazo y las ristras del desmadejado pescado. Para caer, por supuesto, sobre una fuente de arcilla con patatas mareadas a la sal.

Y es que lo de Palomino no es normal. Todo lo lanza por los aires con exquisita finura y removido arte. Todo lo marea antes de engullirlo. Todo entra ya virado, antes de morderse.

***

Este finde Palomino, me ha invitado a comer hamburguesas en el jardín de su casa. Llevaré mi cámara de video. Y el telescopio, claro.

*

Mi asterisco *

Mi asterisco *

Me han preguntado en más de una ocasión por qué uso el asterisco en mis comentarios o en mis posts. O qué significa. Si acaso es una personita. O es una estrella. O una puerta vectorial de movimiento similar a los agujeros negros, pero invertidos.

Si claro, la revista TIME me ha ofrecido un pastón por desvelar esta cuestión que nos afecta a los cuatro gatos que leemos este blog.

Pero me he negado. Tengo que aprender a ser más abierto con vosotros. Es parte de nuestro desarrollo emocional.

Así que aquí y ahora, os diré por qué uso un asterisco... lo uso porque me facilita encontrar mi comentario más rápidamente en aquellos posts a los que regreso más tarde.

Nada más.

Y por favor, peinaros un poco, que sé que se os han puesto los pelos de punta.

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Garbi

garbi

Siempre que llego hasta esta orilla, descubro un nuevo aire.

Aunque esté ausente.

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Koan bayeta

Koan bayeta

Vamos a ver... que la pregunta es complicada.
Si una señora (o un señor) con una bayeta en la mano, limpia con esfuerzo y detalle, una cosa que ya estaba limpia*, puede decirse entonces que la señora (o señor)...
¿está realmente limpiando esa cosa?

* perfectamente libre del menor asomo de polvo, suciedad o mancha.

Y todo esto viene al caso de una historia que contaremos más adelante.
Porque contar una historia sin contarla en realidad,... en el fondo, es contarla!
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