Enunciados Angelicales
Admiro a las personas que son felices, en lo que aparentemente es una vida sencilla. Personas que viven la mayoría del tiempo en un mundo básico, espontáneo y muy claro. Personas que tengan éxito o no, van ascendiendo por el camino de manera segura y sin demasiadas frustraciones a cuesta.
Esto pensaba, Ángeles, mientras fumaba un pitillo tranquilamente en un banco de su barrio; viendo pasar a las personas sencillas y a las personas complejas.
Entre calada y calada se iba cuestionando la idea arriba expuesta sobre las personas sencillas. Necesitaba, por distracción, enlazar sus pensamientos hacia alguna conclusión. Porque pensar para Ángeles es, ante todo, una cuestión de método. Ve algo que le da una idea, por ejemplo: esa chica guapa y de zapatos rojos (casualmente como los de ella) que va andando hasta detenerse en el semáforo. Le parece sencilla y feliz. Y Ángeles elabora un enunciado de por qué es esa chica es así (inspiradora, por cierto) y ella completamente diferente (excepto por los zapatos rojos). Una calada sencilla y expirar en un cuerpo enmarañado. Luego viene el momento de invertir el primer enunciado, de cuestionarlo: ¿y las personas que no somos sencillas, qué?, ¿soy yo sencilla o compleja? Ángeles es compleja, lo sabe, pero evita usarse como ejemplo para no distraerse. Piensa en alguien conocido, por ejemplo: Enrique al que si no le atienden en 5 minutos exactos al sentarse en una mesa de restaurante o en un bar, se levanta y se marcha llevándose el salero como prenda. Eso es ser complejo. O tonto. O muy justo consigo mismo. Complejo. Sencillo, no.
Ángeles da otra calada, mientras en su cabeza une en santo matrimonio a Enrique con la chica guapa y de zapatos rojos. Les intenta ver haciendo la compra, haciendo el amor, haciendo una vida sencilla y compleja. Pero no cuadra en su cabeza semejante amalgama. Es como forzar dos piezas de un puzzle y que queden ahí, unidas, ambas deformadas.
Decide cambiar de escenario y al levantar la vista ve a un chico asomado en una ventana que fuma un cigarrillo. Allí es la vida muy sencilla, aunque desde ese marco de madera y aluminio las cosas y personas que se observan sean complejas. Porque desde esa ventana, ella es sencilla, a pesar de las ideas tan rebuscadas que pasan por su cabeza. Porque desde una ventana una calada es más sencilla que en un banco de una plaza. Y es en la última calada, y en el último párrafo, donde Ángeles demuestra con precisión matemática que no son las personas complejas ni sencillas, sino las situaciones o en dónde nos apoyamos. Y todo está basado en si vemos la vida desde un banco o desde una ventana. Expirar e inspirar humo desde una y otra, son dos cosas diferentes.
Enrique se hace sencillo y la chica guapa de zapatos rojos se retuerce en espirales sobre ella misma.
Y Ángeles se levanta, con una sonrisa, y concluye su discurso.
*
Esto pensaba, Ángeles, mientras fumaba un pitillo tranquilamente en un banco de su barrio; viendo pasar a las personas sencillas y a las personas complejas.
Entre calada y calada se iba cuestionando la idea arriba expuesta sobre las personas sencillas. Necesitaba, por distracción, enlazar sus pensamientos hacia alguna conclusión. Porque pensar para Ángeles es, ante todo, una cuestión de método. Ve algo que le da una idea, por ejemplo: esa chica guapa y de zapatos rojos (casualmente como los de ella) que va andando hasta detenerse en el semáforo. Le parece sencilla y feliz. Y Ángeles elabora un enunciado de por qué es esa chica es así (inspiradora, por cierto) y ella completamente diferente (excepto por los zapatos rojos). Una calada sencilla y expirar en un cuerpo enmarañado. Luego viene el momento de invertir el primer enunciado, de cuestionarlo: ¿y las personas que no somos sencillas, qué?, ¿soy yo sencilla o compleja? Ángeles es compleja, lo sabe, pero evita usarse como ejemplo para no distraerse. Piensa en alguien conocido, por ejemplo: Enrique al que si no le atienden en 5 minutos exactos al sentarse en una mesa de restaurante o en un bar, se levanta y se marcha llevándose el salero como prenda. Eso es ser complejo. O tonto. O muy justo consigo mismo. Complejo. Sencillo, no.
Ángeles da otra calada, mientras en su cabeza une en santo matrimonio a Enrique con la chica guapa y de zapatos rojos. Les intenta ver haciendo la compra, haciendo el amor, haciendo una vida sencilla y compleja. Pero no cuadra en su cabeza semejante amalgama. Es como forzar dos piezas de un puzzle y que queden ahí, unidas, ambas deformadas.
Decide cambiar de escenario y al levantar la vista ve a un chico asomado en una ventana que fuma un cigarrillo. Allí es la vida muy sencilla, aunque desde ese marco de madera y aluminio las cosas y personas que se observan sean complejas. Porque desde esa ventana, ella es sencilla, a pesar de las ideas tan rebuscadas que pasan por su cabeza. Porque desde una ventana una calada es más sencilla que en un banco de una plaza. Y es en la última calada, y en el último párrafo, donde Ángeles demuestra con precisión matemática que no son las personas complejas ni sencillas, sino las situaciones o en dónde nos apoyamos. Y todo está basado en si vemos la vida desde un banco o desde una ventana. Expirar e inspirar humo desde una y otra, son dos cosas diferentes.
Enrique se hace sencillo y la chica guapa de zapatos rojos se retuerce en espirales sobre ella misma.
Y Ángeles se levanta, con una sonrisa, y concluye su discurso.
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8 comentarios
Carlos -
y no sólo lo denso, sino el sentido de todo.
me gusta que lo hayas notado. seguro que alguno más también lo ha hecho.
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Nepomuk -
A medida que se acerca el final, tú te vas volviendo mucho más extenso y diría que más denso.
Carlospica evolucionando de la sencillez a la complejidad. ¿Te das cuenta?
Nuala -
Y un día noté una mirada clavada en mí. Pero no era desde un banco.
Seguí la dirección imaginaria de esa mirada y vi las volutas y la luz de su cigarrillo. Pero no su cara. Fuma a oscuras. Y me mira. Y piensa.
No se llama Enrique.
Nuestras vidas no son sencillas. Ni complejas.
Simplemente nos separa un abismo de distancia. La que hay entre su ventana y la mía.
Dos cigarrillos. Dos ventanas. Dos vidas en espiral.
zulu black -
juyma -
Marcel·lí -
Va a rachas, días, momentos...
burma -
Cara y cruz. ¿Ya no vendrán o por fin conseguiré que se acerquen?
Perdona este ataque de vanidad carlos, y esta asociación de ideas, pero su teoría siempre me ha arrancado carcajadas que disfrazan mis dudas.
Sebastian -