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Spica *

Hipoglucemia con cafeína

Hipoglucemia con cafeína

Con el dumbi, dumbi del bajo de fondo musical, Ramoncín (el perrito más tiernín) intentaba ordenar sus pensamientos delante de Alfonsina (la perrita más perrina).
Como cristales de colores, había ordenado todos sus recuerdos e intentaba escoger alguna para contar. Para impresionar. Y que Alfonsina soltará un “GuaoooooO”
Ramoncín (el perrito más tiernín) se paseó sin descanso, por su tierna infancia, por su cruda actualidad, por sus sueños tan soñados que ya eran pasado.
Deseaba esa noche, compartir un trozo de su esencia para gustar a Alfonsina.
Y mientras tanto esperaban el postre.
Y el café.
Ramoncín (el perr...blablabla) se esforzaba por dar con el recuerdo adecuado para ese momento. Nada triste, nada que sonara nostálgico como si quisiera huir del presente. Tenía que ser algo alegre. Que le dejara incluso un poco al descubierto, imperfecto, sin mencionar un logro mayor o la falsa modestia. Una historia donde quedara como un tonto adorable. Algo inolvidable para ese preciso momento.
Ramoncín (el...) empezaba a ponerse nervioso.

Y Alfonsina... Alfonsina (la perrita más perrina) sólo quería que llegase pronto el café.
El dumbi, dumbi le aburría.

*

7 comentarios

carlos -

el pelo, la cara, las intenciones... Ramoncín, ya es un personaje repetitivo en este blog.

Creo que a partir de hoy, lo vamos a institucionalizar.

*

Nepomuk -

No importa. No impoooooooooorta... porque luego ella se ahogará por un "quítame allá estos mares" y él gustará de ir a darse de hostias con los cámaras que le pillen de parranda con la perrita Yvoncita, la de las curvitas, así que...

ea, pelillos a la mar de Alfonsina.

vireta -

querras decir el pelo, no?

carlos -

por cierto queeee, a Ramoncín le cambia la cara según encuentra una idea para contar (y callar).

*

carlos -

es verdad... huesito para nadie.
se lo ha ganado!

*

la sombrilla insolada -

Nada que hacer, el comentario de Nadie es insuperable.

nadie -

Si le aburría el dumbi-dumbi sólo tenía que mover el rabo.
Ése lenguaje universal lo entendemos todos los perritos calientes.