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Eusebio y el claqué

Eusebio y el claqué

(Din-dón)

- ¿Puedo pasar a ver su habitación, su armario, sus zapatos?
- ¿Qué?
- ¡Los tacones!... por favor, quiero ver ¡los tacones!

***

Eusebio ya lo intuía en sueños, pero no había sido realmente consciente sobre si el “tum-tum-tum” venía de dentro o venía de fuera. De él.

Pero el caso es que no venía de dentro, ni de fuera.
De él.
Venía de arriba.
De ella.

***

Una mañana se despertó con el insistente caminar de unas botas sobre su cabeza. Era un ir y venir apresurado sobre el piso extrapolado a 3 metros sobre su cama. Podía saber, gracias al contundente taconeo, cuando aquellos tacones salían del baño y entraban en la habitación, si se detenían frente al espejo o abrían la puerta del armario. Y todo ello iba apareciendo claramente en la adormilada (y a la vez muy despierta) cabeza de Eusebio según iban transcurriendo las pisadas.
¡Tum-tum-tum!
En la cabeza de él.
¡Tum-tum-tum!
En los pies de ella.

***

Todas las mañanas (de lunes a viernes) Eusebio se despertaba con el puntual taconeo de la mujer que habitaba sobre su mollera. Porque sin lugar a dudas era una mujer. Pasos cortos y con ritmo. Inquieta y casi espartana, bailaba por toda la habitación y luego por toda la casa. Si, toda la casa, porque Eusebio, muy pronto abandono su dormitorio para seguir perturbadoramente aquellos tacones por a través de un “tablao” de dos plantas donde en la de arriba taconeaba, seductoramente, ella, y en la de abajo escuchaba, seducido, él.

***

Una mañana cualquiera y sin aviso; cesaron los tacones.
No más la despedida en la puerta de casa, una planta más abajo para verla pasar por la escalera con su paso marcial.
Comprobó, Eusebio, con la más seria y absoluta desolación que ella ya no llevaba botas. Y empezó el delirio de Eusebio, después de despertar. Empezó a oír un taconeo dentro de su cabeza y no por encima de ella.
Eusebio enloqueció de la noche a la mañana. Si, literalmente,
de la noche
a la mañana.

***
¡Tum-tum-tum!
En la cabeza de él.
¡Tum-tum-tum!
En los pies de ella.

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1 comentario

nadie quiere bailar claqué por los tejados de Madrí -

Siempre lo he sospechado.
Enloquecer es fácil, si se siguen los pasos adecuados.