PELIGRO no tocar!
(Se agradece leer imaginando un comic de Neil Gaiman o Chris Ware)
Hace tiempo, cuando las gallinas tenían dientes, un pequeño samurai dejó su kimono de karate en el cajón y decidió enmascararse con una bolsa de papel pintada con acuarela roja y una telaraña negra de rotulador. Nació Swiberman, un hombre araña modelado con estructura subatómica de los swibers.
Su misión: hacer uso de sus increíbles habilidades de escalada sobre estantes, librerías, mesitas de noche, marcos de puertas, baldas de la nevera y llegar a los lugares más inalcanzables para hacer el bien. Siempre eso: hacer el bien allí dónde resurgiera la entropía. Aunque en esa época Swiberman no sabía nada de termodinámica aplicada.
En cualquier caso, lo que si sabía muy bien era escalar y fabricar sus propios artilugios. Escalar sobre todo en el lavandero de casa, ayudado por unos ladrillos con agujeros que daban al patio interior de un séptimo del edificio más alto de la incoherente ciudad Mólecux.
De su cinturón swibermeniano colgaban las más ingeniosas armas y herramientas; hilo con clavo para enganchar cualquier cosa a más de 1 metro de distancia. Ara esta que requería de una pericia conjugada con su anterior faceta de vaquero, previa a la de samurai jubilado. También disponía de varias jeringuillas con sustancias paralizantes cuya composición estaba basada en dentífrico diluido con acetona y lápiz labial machacado, limonada con enjuague bucal al 70% y una especie de pasta oleaginosa elaborada con aceite de girasol y restos de café. Todas armas letales contra los malvados.
De esta guisa estaba nuestro Swiberman escalando el muro por encima del tendedero a dos metros del suelo desenfundando su rotulador anti-peligro, cuando de repente, una voz familiar pero atenazada por el pánico dijo quedamente: hijito mío, qué haces allí arriba... ¡!... ¡cariñín!.
¿Cariñín?, Swiberman, frío como el acero y concentrado como estaba, sabiendo que todo superhéroe no debe atender jamás a su identidad verdadera, sólo atinó a susurrar un disimulado: mamá, ahora no!, mientras seguía plantando cara al destino que tenía justo enfrente.
Dos trazos firmes con una mano, con la otra sujetando el borde del precipicio, los pies cruzados en un posición de funambulista arriesgado y experimentado.
P-E-L-I-G-R-O (No tocar!) había escrito nuestro intrépido Swiberman sobre lo más alto de la caldera de casa. El trabajo estaba hecho. La advertencia plantada para que ningún alma inocente cayera en la tentación de tocar de forma indebida la caldera volcánica de casa.
Con cuidado y reflejos arácnidos, Swiberman descendió por el marco de la puerta en posición X, cuya dominio era de tal grado, que el propio Swiberman como aliciente heroico ejecutaba con calcetines en pies y manos disminuyendo la fricción casi a cero, y haciendo del acto de escalar una tarea sólo apta para expertos.
Nada más descender, a Swiberman le dieron la paliza de su vida, pero esto ya no es tan digno de contar.
Eso si, la advertencia quedó para siempre inscrita en la caldera surtiendo un efecto disuasorio durante toda la eternidad.
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10 comentarios
Nuala -
qué responsabilidad...
Nepomuk -
(miraría si las gallinas siguen teniendo dientes, pero tal y como está la cosa, no sé yo si conviene... )
Txiki -
Nuala -
En realidad lo dijiste tú, hace mucho mucho tiempo, bac. Yo te cito a ti. Creo.
:D
bacterio -
carlos -
me gusta.
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bacterio -
Saludos arácnidos
Cahovatio -
la sombrilla insolada -
Yo obviamente, no lo conseguí.
Nuala -
Ahí te dejo un enlace a una de sus historietas: http://www.thislife.org/pages/trax/chriscomic/1.html