Ángeles de la ciudad
Doña Maurizia, da mil vueltas a la idea. Le parece morboso (y a su edad esas cosas ya se han olvidado).
Y le gusta la sensación por vivir.
Maurizia, vestida como no suele hacerlo, sube a un autobús que la lleva al otro extremo de la ciudad. El chofer está mal afeitado y su camisa tiene manchas de grasa. Grasa de comida y de lubricante. El olor dentro del autobús es pesado y sudoroso, y comprueba horrorizada que las ventanas no se abren. Aguanta las nauseas según avanza dentro de ese paquete rojo.
Es su primer viaje en autobús urbano.
Allí afuera el paisaje va cambiando, dejando atrás el verde acedrado del norte combinado con las aceras, las flores urbanitas, los coches de última generación, Y ENTONCES poco a poco, las aceras se derruyen, se afean los azulejos, las fachadas se envejecen, con grafittis asquerosos, en gris y negro, las señales marcadas, la anarquía en el ambiente.
Y Maurizia se pega a la ventana, abriendo mucho los ojos. Observa a la gente encorvada, o cargada de bolsas, a los niños, a los viejos, a las viejas... si, sobretodo a las viejas como ella, que no tienen salida de ese lienzo gris por el que ella circunda dentro de un paquete rojo. Y Maurizia sonríe.
Decide bajarse. Es su primera vez en el lado sur de la ciudad.
Y le gusta esa sensación. Le da morbo.
Se ajusta el jersey más viejo que encontró en su atestado vestiere.
Intenta doblarse un poco, pero no puede, su cuello se lo impide, acostumbrada a mirar todas las tardes por encima de todo, mientras toma té, café o zumo fresco. Entonces flexiona las rodillas y hace como que conoce esas detestables calles.
Maurizia ronda unas cuantas horas de esa manera. Y sus ojos esconden un pequeño fulgor. Se ha sentado en la plazas desoladas, en los bancos escupidos, en las esquinas "blanco roto", en los bares "humosos" y llenos de gritos de niños y viejos pensionistas.
Después de hartarse, Maurizia, regresa a su lado de la ciudad.
Exultante, agradecida, triunfadora...
Y entonces, sucede algo maravilloso...
...Maurizia, al bajar del autobús, se cruza con Timotea, quien esa tarde ha vivido la otra cara de esa moneda entre el verde acedrado del norte.
Y Timotea va exultante, agradecida, triunfadora...
*
9 comentarios
adrian -
guisante -
ivan -
un saludo genio.
Ella y su orgía -
(v) i r e t a -
po -
Así que sólo diré que me ha encantado este post. Y conocer a Maurizia.
juyma -
El viaje de Timotea lo emprende cada vez que enciende su televisor.
nadie -
Eres un aleph humano.
Nuala -
En todo caso, la empatía, meterse en otros zapatos y ver con otros ojos, descubrir mundos nuevos y sobre todo nunca perder la curiosidad, me parecen algo positivo.
Y la foto del ángel urbano es magnífica. Me ha recordado a aquellos que habitaban en Berlín (en El Cielo sobre Berlín)... una de mis películas favoritas. :)