Veo la última farola, ¿y tú?
Había una vez un hombre que jugaba a lanzar las miradas.
A lanzarlas tan lejos como pudiera. Se lo enseñó su abuelo cuando era un niño. Pasaban horas mirando lejos, saltando de objeto en objeto, de casa en casa, de árbol en árbol, hasta que alguno decía sin error aquello que más lejos pudiesen ver sus ojos. Aquello que se pudiese describir con nitidez como si se tuviese delante de las narices.
No valía engañar o inventar. No valía ir hasta allá a lo lejos y volver con la mirada bajo la manga. Valía mirar. Lanzar miradas, ver más allá, traspasar el límite.
Había una vez un hombre que jugaba a lanzar las miradas, que tenía un chiringuito muy cerca del mar.
Y cuando por las tardes ibas a su chiringuito, a tomar una caña o a picar algo, antes de decirle nada debías jugar con él al lanzamiento de miradas. E intentar mirar lejos. Adivinando si aquello era un buque o trasatlántico. Si aquello era un velero o un pesquero. Si Groenlandia o Islandia. Una orca o un delfín.
Ni una vez le ganamos a aquel hombre, que se reía toda la tarde, feliz, sirviendo cañas y pescaitos mientras te traspasaba con su mirada.
- Mañana ganaréis a este viejo, -decía- no dejéis de intentarlo mañana.
Por eso hoy, al acordarme de su juego en un atasco de la M-30, he jugado a traspasar las lunas del coche de adelante, y el de adelante, y el de adelante, y más allá, y más allá, y más,... hasta llegar a un chiringuito a orillas del mar.
Y proclamar con los pies en la arena que hoy había ganado yo.
*
A lanzarlas tan lejos como pudiera. Se lo enseñó su abuelo cuando era un niño. Pasaban horas mirando lejos, saltando de objeto en objeto, de casa en casa, de árbol en árbol, hasta que alguno decía sin error aquello que más lejos pudiesen ver sus ojos. Aquello que se pudiese describir con nitidez como si se tuviese delante de las narices.
No valía engañar o inventar. No valía ir hasta allá a lo lejos y volver con la mirada bajo la manga. Valía mirar. Lanzar miradas, ver más allá, traspasar el límite.
Había una vez un hombre que jugaba a lanzar las miradas, que tenía un chiringuito muy cerca del mar.
Y cuando por las tardes ibas a su chiringuito, a tomar una caña o a picar algo, antes de decirle nada debías jugar con él al lanzamiento de miradas. E intentar mirar lejos. Adivinando si aquello era un buque o trasatlántico. Si aquello era un velero o un pesquero. Si Groenlandia o Islandia. Una orca o un delfín.
Ni una vez le ganamos a aquel hombre, que se reía toda la tarde, feliz, sirviendo cañas y pescaitos mientras te traspasaba con su mirada.
- Mañana ganaréis a este viejo, -decía- no dejéis de intentarlo mañana.
Por eso hoy, al acordarme de su juego en un atasco de la M-30, he jugado a traspasar las lunas del coche de adelante, y el de adelante, y el de adelante, y más allá, y más allá, y más,... hasta llegar a un chiringuito a orillas del mar.
Y proclamar con los pies en la arena que hoy había ganado yo.
*
16 comentarios
Saf -
Saf ;-))
P.D. Tienes un precioso y personalísimo blog, Carlos. Lo leeré entero.
guis -
Carlos -
y leyendo vuestros comentarios, se me ha ocurrido que sin pensarlo conscientemente, a lo mejor ese viejo soy yo.
Curioso.
saravá -
Nepomuk -
Nuala -
Mola porque así me puedo vengar de todas cosas horrible que dice de mí donde Nepo y Fujur. :p
burma (vía Nuala) -
(un cosquilleo para los sentidos Carlos)
lu -
fujurdragonblanco -
vergonzoso -
Noria -
este post me parece "clavao" ;)
un saludo
guisanteeeee -
una pequeña estrellita mirando desde el cielo a los pequeños mortales atascados en la m-30!!
ai ai ai ai quién fuera spica!!!!
;)
Alex -
carmen -
Nuala -
Al viejo se le contagió tu risa, y se rió también. Se sirvió una caña y la bebió a tu salud.
Amélie Poulain -