Soufflé de avena (sin canela)
Permítame que le cuente a usted, lo que ayer vi sentado en una plaza frente a una colorida y bien restaurada fachada.
*
Una chica, morena como la canela, entra muy agitada por el portal de un edificio.
Al rato aparece un chico, blanco como harina de molino, que se detiene frente a dicho portal titubeante. Se queda allí, pensando en círculos.
Pasados unos minutos se abren de par en par las puertas de una de las ventanas que dan a la calle. La del edificio azul.
Azul como el color del cielo.
Se asoma ella, la chica de antes, pero con el semblante y el cuerpo reposado.
El chico no se da cuenta de lo que pasa por encima de su cabeza.
De improviso, y muy despacio, empiezan a volar prendas de vestir hacia la calle, pantalones, camisas, calcetines, cinturones, zapatos... Todo revolotea tan lentamente que parecen hojuelas de avena cayendo hacia la acera.
Y la acera un cuenco pastelero.
El chico con una sonrisa en la cara, más seguro de sí mismo y con un ritmo sostenido va recogiendo una a una sus prendas.
Todas sus hojuelas.
La chica le lanza una mirada indescifrable y cierra la ventana cielo de la fachada.
El chico se aleja diez pasos, con el ánimo empastelado, para observar con detenimiento cada ventana de la fachada. No la de la chica, sino las demás ventanas.
Vigorosamente agita su mano en señal de despedida delante de todas los ventanas cerradas. Las ventanas color cielo y todas las demás. Color tierra, color nube, color sol.
*
En todo este tiempo, nadie ha presenciado este drama, excepto yo.
¡Suelen suceder cosas tan raras!, ¡tan raras!, que difícilmente usted o yo llegaríamos a comprenderlas.
¿le apetece un bizcocho casero?
Eso si, sin canela.
*
*
Una chica, morena como la canela, entra muy agitada por el portal de un edificio.
Al rato aparece un chico, blanco como harina de molino, que se detiene frente a dicho portal titubeante. Se queda allí, pensando en círculos.
Pasados unos minutos se abren de par en par las puertas de una de las ventanas que dan a la calle. La del edificio azul.
Azul como el color del cielo.
Se asoma ella, la chica de antes, pero con el semblante y el cuerpo reposado.
El chico no se da cuenta de lo que pasa por encima de su cabeza.
De improviso, y muy despacio, empiezan a volar prendas de vestir hacia la calle, pantalones, camisas, calcetines, cinturones, zapatos... Todo revolotea tan lentamente que parecen hojuelas de avena cayendo hacia la acera.
Y la acera un cuenco pastelero.
El chico con una sonrisa en la cara, más seguro de sí mismo y con un ritmo sostenido va recogiendo una a una sus prendas.
Todas sus hojuelas.
La chica le lanza una mirada indescifrable y cierra la ventana cielo de la fachada.
El chico se aleja diez pasos, con el ánimo empastelado, para observar con detenimiento cada ventana de la fachada. No la de la chica, sino las demás ventanas.
Vigorosamente agita su mano en señal de despedida delante de todas los ventanas cerradas. Las ventanas color cielo y todas las demás. Color tierra, color nube, color sol.
*
En todo este tiempo, nadie ha presenciado este drama, excepto yo.
¡Suelen suceder cosas tan raras!, ¡tan raras!, que difícilmente usted o yo llegaríamos a comprenderlas.
¿le apetece un bizcocho casero?
Eso si, sin canela.
*
11 comentarios
guisante -
mmm.... vaya....
Nuala -
keleta -
Menuda historia-receta. Es la típica imagen de película. Debe ser mejor aun siendo espectador de lujo.
1Beset
Carlos -
¿lo dices por lo de Sabatinni?
La verdad es que esto es de lo más castizo que hay en Madrid.
Sin lo castizo, claro está.
guisante -
Cuéntanos Carlos, ¿entonces has estado en Italia?
guis
Nuala -
Seguro que él era un chico de vainilla. Sólo ellos sonríen así a las ventanas cerradas.
¿Dónde hay que apuntarse a lo del bizcocho?
Carlos -
ver, la foto es de una fachada frente a los jardines sabatinni.
vergonzoso -
por cierto. esa foto? eso es valencia,no?
Nepomuk -
¡manda guindas!
( v ) i r e t a -
maite -