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Spica *

Veteados en el cielo


Ayer de regresando a casa, sobre las 10 de la tarde, veía desde el coche –yendo rumbo al norte– una nube con forma de vaca, digamos que delineando la parte que sería el lomo de la res. No. Vaya ejemplo me he buscado: una vaca; cuando lo que intento describir es algo más bien apacible y singular. Una nube bastante normal. Nada de formas redondas, torres de algodones cimbreantes o lenguaradas de blanco sobre gris. No. Más simple. Quizás era como una toalla blanco roto con algún veteado encima, colgando de la mampara de un baño.
Y digo blanco roto, porque ayer en el trabajo, durante la comida, mis compañeros hacían chistes sobre el eterno desaguisado de colores que son capaces de distinguir hombres y mujeres. La típica charla de comida sobre colores y género: blanco roto, blanco ostra, blanco soga, blanco tapia, blanco amalgamado, blanco sal, blanco huevo y todas sus variantes; para las mujeres... y para los hombres existe el sencillo blanco-blanco. O el gris. Nada de Beige o caqui –a.k.a. kaki*–, pero si verde militar, que para tonalidades, se han paseado por todas las posibilidades hasta nombrar el “rosa palo” que se lleva la palma. Pero no. Esto es muy complicado para referirse a una nube. Ni blanco roto, ni veteados. Más sencillo. Lo que intento decir es que la nube era como una catarata de Iguazú congelada –con forma de vaca– y de un único color blanquecino –digamos blanco-blanco–, con algún toque rosa –palo– en su lomo.

Es bastante complejo hacer un ejercicio descriptivo, cuando lo fácil sería subir la foto que hice desde el coche.

Pero no.
Mil palabras igualan una imagen. O eso es lo que dicen.


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