De la punta del lápiz
Alina sufre de lo siguiente:
No le gusta su letra, pero escribe muchísimo.
Quizá de cuando en cuando, quizá cada millón de palabras alguna queda realmente bonita. Verdaderamente sublime. Una obra de arte caligráfica.
Pero entonces, en la mayoría de esas ocasiones, tiene que borrar la palabra...
... porque se ha equivocado...
... o la palabra no cuadra...
... o la idea ha cambiado...
Alina, entonces suspira, y tacha la palabra, o la borra, o la deja allí abandona sin finalizar el párrafo.
Y comienza nuevamente a escribir, con esa letra que no le gusta, a la espera de que un día todo lo que escriba sea precioso... o al menos se lo parezca.
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