Blogia
Spica *

¿Quieres una pastilla de cereza?

¿Quieres una pastilla de cereza?

La primera chica a la que me atreví a acompañar a la puerta de casa, tenía trece años y coincidía conmigo en clases de solfeo los viernes por la tarde. Ella se llamaba Ilenia y era italiana. De familia italiana, quiero decir. Recalcar, más bien. Yo también tenía trece años.

Decir que fue un paseo inolvidable, es poca cosa.

Durante ese pequeño paseo de media hora, pudo mostrarme la escuela de natación a la que asistía los sábados por la mañana, la academia de judo a la que iba tres días de los cinco de colegio, la ferretería dónde trabajaba su padre junto con algunos familiares sicilianos, la pastelería que atendían su madre y sus tres tías. Me señaló las hechuras de sus cinco fornidos hermanos que jugaban una especie de balón-mano-asesino en un pequeño descampado al lado de la ferretería, aprovechando para describir lo toscos y brutos que podían ser cuando se les metía algo entre ceja y ceja. Un recorrido por un árbol genealógico, que sin duda alguna tenía más de Secuoya Canadiense que de pino asilvestrado. Y así fuimos saltando de rama en rama, hasta llegar al portal de su casa.

Una vez allí, como recapacitando su proceder y un poco inquieta, me pidió que por favor no la acompañase nunca más a la puerta de su casa ya que su novio de dieciséis años podría molestarse bastante, aunque ambos supiésemos que yo no era ninguna amenaza para su relación. Porque estaba claro, ¿no?, que sólo éramos compañeros de clases de solfeo. Todavía de Judo, pero por favor, de ¡solfeo!

A pesar del panorama que ante mi se presentaba, tuve el valor de meter mi mano en el bolsillo del pantalón y sacar una caja de chiclets de cereza, sacar un boli, que hasta ese día sólo había dibujado notas sobre un pentagrama y muy despacio escribir mi número de teléfono. Y mientras le extendía la caja de chiclets, otro que no era yo decía con mi boca la frase más absurda que había pronunciado en mi corta vida: “Gracias por el paseo. Cuando no quieras llamarme: cómete un chiclet”. Me di media vuelta y me fui a casa con una extraña sensación de victoria. Y de decepción.

Hay tardes de metro, en las que por alguna razón, recuerdo esa frase y me sonrojo por dentro.

Mucho.

*

15 comentarios

la sombrilla insolada -

Jolín, ¿el título ha mutado o me lo parece a mí?

carlos -

nadie, creo que has acertado de pleno.

yo en vez de siquiatra os tengo a vosotros.

*

nadie -

Me imagino hoy en día a la italiana gorda obesa comedora de golosinas compulsiva contandole la anécdota a un siquiatra que POR FÍN encuentra el origen de su dependencia.

Carlos -

querida Sá, te respondo sin demora: no, no me dedico a la publicidad.

pero no sé por qué razón misteriosa todos piensan tal cosa.

ha de ser por haber leído el libro de los secretos de la coca-cola.

*

Sá -

Yo, ya hace tiempo te pregunté si te dedicabas a la publicidad. No me contestaste, ahora veo que no hace falta...
A mi nadie me ha dcho algo así... snif

Gacela -

Y si le has dejado una huella imborrable y se acuerda inevitablemente de ti cada vez que come un chicle? Cuánta presencia en su vida, sin comerlo ni beberlo!!

carlos -

esto es como esas frases que recompones al día siguiente... lo que en debí decirle fue: "cada vez que quieras llamarme y no puedas, cómete un chiclet"... habría quedado de Oscar.

*

Nuala -

Seguro que esa chica todavía se pregunta qué habrá sido de aquel niño que un día la acompañó a casa y se despidió con una frase que nunca entendió del todo.

la sombrilla insoalda -

Podrías ir a apalizarlos ahora... Si de apalizar se trata yo me apunto.

(Esta vena violenta no es normal en mí, pero es que los reyes hoy no me han dejado nada en los zapatos)

carlos -

claro... y apalizando a la "cosa nostra" con una sola mano... mientras tarareaba mi lección del viernes.

*

Glassy -

¡Qué manera de arruinar posibilidades! ¿Y si con la mención a su novio estaba esperando que sacases pecho lobo e iniciaseis una romantiquíiiisima y clandestina relación (con toda la carga que de excitación lleva el asunto de la clandestinidad) que esperaba acabase con un reto a la luz de la luna que se resolviese:

a) tú apalizando a su novio de dieciséis años,

b) tú apalizando a sus cinco hermanos

c) tú apalizando a sus familiares sicilianos?

Sí, qué pasa, los chicos que estudiaban solfeo siempre me parecieron muy machotes...

(Yo también me sonrojo muuuy frecuentemente con los recuerdos de hace tiempo)

Nepomuk -

¿¿¿¿¿¿¿¿¿quieres dejar en paz a la Vero???????? ¿¿¿¿¿¿¿a que te quito el casco??????????

Nepomuk -

Afortunadamente era de ascendencia italiana y además de los años ochenta y poquísimo porque si no habría respondido "SADICE CHICLA SABNARMAAAALLLL..."

(cualquier tiempo pasado fue mejor)

would -

¡Anda, Don Juan, que es para estar orgulloso!

Hoy la invitarías a dar un paseo en bici, seguro.

la sombrilla insolada -

Pues con esa frase debería haber caído rendida a tus pies.

Eso, o haberte conseguido un puesto como el publicista más ingenioso de la historia al servicio de chiclets.

Bonita historia.