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En Arrière

En Arrière

Hace ya bastante tiempo, tuve una novia que era bailarina de ballet, que a su vez tenía una madre poeta y un padre filósofo.

Y aunque mis amigos estaban ansiosos por acrecentar la leyenda de las novias bailarinas, la puritita verdad es que yo estaba fascinado con los animales sagrados que tenía por suegros. El hecho de que estuviesen separados merecía doble atención a sus excentricidades y al mundo que podrían crear alrededor de sí mismos. Ella, tenía una casa llena de alfombras y tapices infinitos, con libros apilados en desorden por dondequiera que mirases. Siempre andaba descalza por casa y danzaba de aquí para allá, mientras yo me perdía entre montones de libros viejos o recién impresos. Él, tenía una biblioteca como la de Alejandría; perfectamente ordenada y catalogada, rodeada de humo de pipa de marinero y sabor a café fuerte, denso, casi rancio. El sol inundaba la casa de la primera. Y las sombras la del segundo.

Aún la veo a ella, preguntándome si me gustaría leer un pequeño compendio de poesía que estaba por publicar, y a la vez que me lo entregaba en mano, mostrándome la contraportada con su foto y diciendo: “no es mi mejor pose, ¿verdad?”. Aún lo veo a él, recostado en una especie de silla-diván preguntándome si había leído a Kant e indicándome con la pipa, dónde podía encontrarle dentro su librería personal.

Y claro, a mi se me iban las horas en esas dos casas, de luz y sombras, con la poeta y el filósofo. Y más tarde, llegaron sus nuevas parejas a mi vida, ella una alfarera de altos vuelos que adoraba a Kant y el tabaco de pipa; y él un crítico de teatro que adoraba los libros apilados y las alfombras gastadas.

Y claro, estos a su vez tenían ex-parejas que...

Fue entonces cuando, en medio de tanto vaivén, actores secundarios y piruetas en el escenario, apareció mi novia ejecutando un paso en arrière y me alejó de la audiencia y de la compañía de baile, y de la poesía, y de Alejandría...

... y llegó la hora del Pas de deux.
Una cosa, la puritita verdad, que yo no había visto nunca.

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7 comentarios

fujurdragonblanco -

Y no te causa culpabilidad admitirte que mantenías historia de amor por amor a lo concéntrico en lugar de lo epicéntrico?

Vir& -

Lo que veo es que la bailarina abarzó la poesía del movimiento físico. No tenía por qué ser poeta o filósofa como sus padres.
Qué maravilla, ser bailarina, qué hermoso.

:-)
Salutes.

Eride -

Que a tu novio le molen tus padres, que horror... menos mal que el mío es un ceporro.

carlos -

nadie, como todos no,... como los mundanos.

eso que somos.

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carlos -

pues estos de la vida interior, eran "guais"!... encantadores, la verdad.

la leyenda, pues eso... que dicen que a las bailarinas les gusta zamparse una fabada asturiana con tropezones mayores, antes de salir a escena... y claro eso es una leyenda infundada... o no!

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Nuala -

¿acrecentar la leyenda de las novias bailarinas? ¿qué leyenda es esa?

Probablemente a tu amiga no le parecían tan fascinantes. El problema de los papás que tienen vida interior es que esta suela importarles bastante más que la exterior. De hecho están tan absortos en sus aportaciones a la Humanidad, que se les olvida tener humanidad.

Putos monstruos egocéntricos. Seguro que por eso se hizo bailarina tu amiga. Para escapar de ellos, de puntillas y sin hacer ruido.

nadie -

Osea que entre la poesía y la filosofía elegiste el tête à tête. Como todos.