Trupimán (cuidado!)
Trupimán siempre desconfió de quién acechaba allí afuera, cada vez que abría la puerta de su casa.
Era un miedo natural, que quizá se reforzase viendo las películas de kung-fú de los monjes shaolín, en los que el malo siempre estaba detrás de la puerta, con las manos prestas para un golpe fulminante.
Fue así como, Trupimán, adquirió el hábito de abrir la puerta y sin decir agua va dar un salto a lo Bruce Lee. Sin gritar.
Abría la puerta y saltaba, a veces con una patada voladora, otras veces con las manos girando en espiral.
Trupimán repartió leñazos y patadas de kung-fú a...
**...la dulce señora del 3º, (despatarrando su compra hasta el portal y a la dulce señora, también);
**...el señor del 4º que subía distraído leyendo el periódico, (hojas de periódico imitando el otoño por toda la escalera);
**...el chico de las pizza que venía con 3 encargos sin anchoas, (pepperonni en la cara, mozzarella en la escalera);
**...la chica agotada del correo, que venía con un peazo de carrito lleno de cartas ajenas, (moratones varios y cartas ajenas entrando en casas ajenas por debajo de la puerta).
Siempre la casualidad. La mala suerte. Siempre saltando como un leopardo. Y Trupimán se disculpaba, ante la mirada aterrorizada de sus víctimas casuales. Pero siempre mirando de reojo a las escaleras, no fuera a saltar alguien de improviso. Y él estaba preparado.
Trupimán siguió haciendo estas espectaculares salidas, hasta que un día...
...hasta que un día se encontró con Bruce Lee, al borde de la escalera.
Y, entre golpe mortal, salto del tigre y manopla de la cobra, Trupimán se felicitaba por ser tan previsor.
*
Era un miedo natural, que quizá se reforzase viendo las películas de kung-fú de los monjes shaolín, en los que el malo siempre estaba detrás de la puerta, con las manos prestas para un golpe fulminante.
Fue así como, Trupimán, adquirió el hábito de abrir la puerta y sin decir agua va dar un salto a lo Bruce Lee. Sin gritar.
Abría la puerta y saltaba, a veces con una patada voladora, otras veces con las manos girando en espiral.
Trupimán repartió leñazos y patadas de kung-fú a...
**...la dulce señora del 3º, (despatarrando su compra hasta el portal y a la dulce señora, también);
**...el señor del 4º que subía distraído leyendo el periódico, (hojas de periódico imitando el otoño por toda la escalera);
**...el chico de las pizza que venía con 3 encargos sin anchoas, (pepperonni en la cara, mozzarella en la escalera);
**...la chica agotada del correo, que venía con un peazo de carrito lleno de cartas ajenas, (moratones varios y cartas ajenas entrando en casas ajenas por debajo de la puerta).
Siempre la casualidad. La mala suerte. Siempre saltando como un leopardo. Y Trupimán se disculpaba, ante la mirada aterrorizada de sus víctimas casuales. Pero siempre mirando de reojo a las escaleras, no fuera a saltar alguien de improviso. Y él estaba preparado.
Trupimán siguió haciendo estas espectaculares salidas, hasta que un día...
...hasta que un día se encontró con Bruce Lee, al borde de la escalera.
Y, entre golpe mortal, salto del tigre y manopla de la cobra, Trupimán se felicitaba por ser tan previsor.
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8 comentarios
nadie -
Patricia -
Anónimo -
Por cierto, ya he "perdido" mi primer libro
Besitos
Nepomuk -
Nepomuk -
Nepomuk -
Nepomuk -
Nuala -
Decía Patton (el militar, no el cantante) que "en caso de duda, ataca". Lo que pasa es que si eres como Trupimán, tiene que ser un poco cansado eso.