Basilisa la Princesa
Una vez robé un libro.
Era de una buena amiga de la universidad, con la cual nunca supe llegar a algo serio, y viceversa. Simplemente disfrutábamos de tardes de domingo jugando a que teníamos algo serio. Y era delicioso mezclar aquella confusión con galletas de chocolate y música de Supertramp.
Pero a lo que estaba: le robé un libro.
Era un libro de cuentos rusos de tapas verdes muy robustas, cuya primera hoja de seda tenía escrito el nombre de mi amiga con letras grandes y redondas. Lo descubrí una de esas tardes, cansado de jugar, en una su biblioteca. Así que empecé a leerle cuentos en voz alta mientras ella hacía cualquier otra cosa, o nada. Pero los cuentos rusos son largos y repetitivos con historias de los 3 príncipes o 7 hermanos (todos Iván) por lo que llegado un punto, le inventaba el final y terminaba todo en la mitad del tiempo.
Pero a lo que estaba: le robé un libro.
Un día me lo dejó para que pudiese terminar los finales de los cuentos y me lo llevé a casa. Allí nunca terminé de leer los finales, a falta de tiempo, a falta de inspiración, a falta de ella.
Sin embargo, el libro siempre me gustó: sus tapas verdes robustas, el grueso papel sedoso, las ilustraciones mal trazadas, numeración original y edición limitada.
Pasado el tiempo, mi amiga y yo nos distanciamos. Y antes de decirnos adiós me pidió aquel libro. Pero yo me negué, le mentí con descaro, le escondí aquel libro, lo perdí en una mudanza inexistente, le metí en mi cuerpo y lo desaparecí.
Y le robé su libro.
Ya desde la distancia, no entiendo mi reacción, no me explico el engaño y lo peor de todo es que, para mayor vergüenza,...nunca leí los finales.
Y si... podría empezar hoy mismo.
Era de una buena amiga de la universidad, con la cual nunca supe llegar a algo serio, y viceversa. Simplemente disfrutábamos de tardes de domingo jugando a que teníamos algo serio. Y era delicioso mezclar aquella confusión con galletas de chocolate y música de Supertramp.
Pero a lo que estaba: le robé un libro.
Era un libro de cuentos rusos de tapas verdes muy robustas, cuya primera hoja de seda tenía escrito el nombre de mi amiga con letras grandes y redondas. Lo descubrí una de esas tardes, cansado de jugar, en una su biblioteca. Así que empecé a leerle cuentos en voz alta mientras ella hacía cualquier otra cosa, o nada. Pero los cuentos rusos son largos y repetitivos con historias de los 3 príncipes o 7 hermanos (todos Iván) por lo que llegado un punto, le inventaba el final y terminaba todo en la mitad del tiempo.
Pero a lo que estaba: le robé un libro.
Un día me lo dejó para que pudiese terminar los finales de los cuentos y me lo llevé a casa. Allí nunca terminé de leer los finales, a falta de tiempo, a falta de inspiración, a falta de ella.
Sin embargo, el libro siempre me gustó: sus tapas verdes robustas, el grueso papel sedoso, las ilustraciones mal trazadas, numeración original y edición limitada.
Pasado el tiempo, mi amiga y yo nos distanciamos. Y antes de decirnos adiós me pidió aquel libro. Pero yo me negué, le mentí con descaro, le escondí aquel libro, lo perdí en una mudanza inexistente, le metí en mi cuerpo y lo desaparecí.
Y le robé su libro.
Ya desde la distancia, no entiendo mi reacción, no me explico el engaño y lo peor de todo es que, para mayor vergüenza,...nunca leí los finales.
Y si... podría empezar hoy mismo.
15 comentarios
B´réshith -
Carlos -
y yo que estaba a punto de buscar a mi amiga por google y enviarle el libro por correo.
Todos habéis hecho preciosos finales en el comentario.
Excepto, a Nepo al que no le entendí nada... jajajaja.
saravá -
en cuanto al libro, no sé, regálalo a alguien y viva la traición doble.
Nepomuk -
¿Crisis?
¿What crisis?
guisante -
spica es genial cuando se pone tierno.
Borjo -
lu -
Seguro que podrías empezar hoy mismo, pero ¿y ella?
Alex -
fujurdb -
fujurdb -
fujurdragonblanco -
fujurdragonblanco -
Pero a lo que iba, la culpa no es tuya, es del libro. El libro no te quiere. Te utiliza.
Nuala -
Hay objetos que asociamos con personas, con momentos que pasamos con ellas. Esos son los que nos gusta conservar por su valor. Porque aunque las perdamos, de alguna manera conservamos un pedacito de ellas, algo que sus manos tocaron, o cuyos ojos leyeron. Porque a veces necesitamos un recuerdo material, físico, que podamos acariciar. Pequeños tesoros que nos sirven para saber que los momentos pasados ocurrieron de verdad; que no fueron un sueño.
Entre las muchas cosas que conservo de mi novio hay una que le regaló un amigo. "Esta es la palabra que te define", dijo. Y le dio una palabra que había recortado a mano de un titular del periódico: ALMA.
Ahora su ALMA la tengo yo.
Y tiene un valor incalculable. :)
imaginate -
Yo me he quedado con un libro que me prestó, la noche que nos conocimos, el que fue mi amante en el mes de diciembre. ¡Y qué diciembre! Me decía que tenía tenía ganas de discutir conmigo el final. 'Pasos sin huellas', un planeta un poco inexplicable... la vida literaria del escritor se parece al título pero iba por la mitad cuando dejé de tomármelo en serio; digo al hombre, y luego él no quería que se lo devolviera porque pensaba que si tardaba mucho en leerlo eso alargaría de alguna manera nuestro final. No entendí muy bien el por qué. Él era tan matemático :-]. De todas formas no creo que se lo devuelva porque me apetece quedármelo. De lo que sintieron por uno pueden olvidarse pero los hombres que cuentan los huecos jamás se olvidan del libro que falta
Buenas noches :)
Serch -