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Spica *

Le Corbusier en su jardín

Le Corbusier en su jardín Cuando empecé a subir en una bici diariamente, principalmente me animaba el hecho de escuchar música en la radio como escape a mi rutina. Mi preocupación estaba más puesta en si tenía pilas cargadas para el walkman y la cobertura FM, y no en lo que había desayunado esa mañana o si llevaba agua suficiente en el bidón. En resumen, montaba en bici por la música y no por el placer de volar sentado sobre un armatoste de aluminio.
Un día dejándome llevar por nuevos caminos llegué hasta un miradero desconocido para mí, no muy elevado, solitario y con vistas bastante atractivas de la ciudad. Dominando el terreno, al lado del miradero, había algunas casas bastante lujosas que le daban a la escena un aspecto de “oasis en la montaña” –exclusivo solo para millonarios–.
Luego de un descanso, decidí dar una vuelta por el "oasis" ascendiendo por una sinuosa carretera lateral que llevaba a las entradas de las casas.
Una vez allí era sobrecogedora la belleza y diseño de cada obra arquitectónica (hacía un rato dejaron de ser casas). Balcones imposibles, techos surrealistas, fachadas contemporáneas de películas antiguas, cristal, madera, hierba, pinos, metal y flores, proporcionadamente combinados.
Y yo ahí con una banda sonora en mi cabeza, para acompañar la vista.

Al llegar a lo más alto decidí detenerme frente a una verja, tomar un poco de agua y como quien ha respirado suficiente llenando al máximo sus pulmones solté una frase en voz alta como una gruesa exhalación:
- “Pero me apuesto que son unos pobres infelices”.

Y no sé de dónde, apareció un hombre con gafas gruesas en pantalones cortos, un puro en la boca y una regadera a medio llenar en la mano que soltó, también como una exhalación, la siguiente frase:
- “Y yo me apuesto que los que van en bicicleta lo son más”.

Me guiñó un ojo y volvió a concentrarse en dos rosales hermosos que estaba regando con esmero.

Completamente avergonzado me marché del oasis pensando que él tenía razón.
Al menos esa tarde.

*

7 comentarios

imaginate -

... me acordé de ti.

Buenas noches

carmen -

Menos mal que leo que te pasa algo casi a juego con lo que les sucede habitualmente a tus amigos; y menos mal también que no sufriste el síndrome de Estocolmo o algo así a su equivalente emocional, y se te ocurrió ''enamorarte'' del de las rosas :))

Buenas noches

saravá -

Ayer estuve mirando tu blog y me gustó mucho, sólo que ahora no recuerdo si finalmente te lo dije. Por si acaso, ahí queda.

Mai -

A veces me gusta mojarme los pies en una charca de mercurio. Seguro que nos seguiremos viendo por aquí o por mi santuario de Lilith

Nepomuk -

El hombre de gafas gruesas, pantalones cortos, puro en la boca y regadera quiere tener vistas a los mares de mercurio.

juyma -

Gracias por tu comentario en mi blog, ya leíste que ando escaso.

Me han gustado especialmente tus dos post en bici. Describes muy bien las sensaciones que voy a tener cuando vuelva a coger la bici.

Seguro que venzo a la pereza.

Nuala -

La justicia poética sólo está en los libros. En la vida real, te toca jugar con las cartas que haya repartido el destino. Los buenos jugadores pueden ganar incluso con malas cartas; los malos, perder con buenas cartas. En todo caso, podemos intentar disfrutar de la partida, porque un día se acaba.

(La vida como una timba de póquer. Eso sí es canalla. :D)