El borde
Cuando se mira, hay un límite en la mirada. Como aquel chico que mira una boca sin ver los ojos, porque los ojos están cubiertos por un hombro, por unas uvas, o por algo que se interpone en la mirada. Y con el tiempo se aprende (una lección), que cuando miras unas boca sin ver los ojos, la otra persona ve exactamente lo mismo: una boca sin ver tus ojos, (que a su vez miran la boca).
Y en este ver y no ver, vemos brazos, manos, pies, muslos y tobillos. Hasta la sombra. Y si es de ver al límite, vemos hasta las cejas, el tabique de una nariz, sin ver los ojos ajenos. Aquellos ojos que ven, sin equívoco, nuestras cejas, nuestro tabique.
Nunca los ojos. Nunca nuestros ojos. Siempre jugando ese juego cuando aparece.
Hasta que un día aprendes, una lección más, sobre miradas, y ya no se interpone un árbol, un taxi o unas manzanas, y miras a cara descubierta sabiendo que además de ojos, está todo lo demás.
Aprendes a escapar de los ojos extraños, como la luz a las huellas de una supernova.
Porque estas lecciones va de miradas ajenas. Pero no tanto.
*
4 comentarios
burma -
cuando los besos empiezan
a atropellarse
frente al mostrador
de sus bocas,
frente a la ignorancia
de lo que no se mira,
porque sólo saben mirar
con los ojos,
y nadie les enseñó
que no hay respetar la vez
cuando algo se quiere.
nadie -
¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Carlos... No se burle de mi, que lo estoy viendo.
Eride -
Lloras mientras rehuyes tú otras y las lágrimas no te dejan ver las bocas. Siempre igual...
Elenita -
"nomirada" no necesita ser interrumpida: nunca llega, y además duele más que ninguna otra.
Saludos