Koan
Medio día. En algún lugar del Sureste de Australia.
Ruge la radio en mis oídos y el asfalto convertido en espejo debajo de mis ruedas me dice que ya estamos cerca de las alucinaciones.
La locura acecha a mi lado y el sol a nuestra espalda se ríe de nosotros, mientras el horizonte nos traga o nos vomita según se mire desde el este o el oeste.
¿Qué será de las estrellas alucinadas por el sol, qué será de nuestras fuerzas? ¿estarán descansando?.
Mauro rueda delante de mi a 18 km/hr y parece muy cansado.
Yo en cambio voy a 15 km/hr y la maldita recta se me hace interminable desde hace 30 minutos.
Oigo a Mauro hacer juegos de palabras y propuestas imposibles que hablan del horizonte.
Es medio día y un ruido agudo de grillos y otros insectos me perfora el cerebro, el sudor baja caliente por mi cara y caen gotas espesas sobre mis muslos tensos en movimiento.
Mauro lleva un ritmo lento y desesperante que lo aleja poco a poco de mi.
Un dolor profundo pero soportable aparece en mis dos rodillas.
A lo lejos le oigo decir:
- cuando la noche es imposible, la carretera me lleva hacia el cielo; ¿cómo llegar al cielo horizontal que se ve en la carretera?.
Es entonces cuando hago un stop; porque tengo la respuesta a su interrogante. Un rayo más intenso que este sol abrasador.
Detenido en el medio de la carretera, con la respiración agitada y la radio de fondo, descubro que yo me he retrasado lo bastante para ver a Mauro allí sobre el horizonte.
Allí a dónde parece imposible llegar.
Mauro ignora esta revelación.
El aprendizaje para mi es que Nada existe hasta que yo lo percibo.
Casi es una demostración científica de una teoría personal.
Y como es personal no se la cuento a Mauro.
El dolor ha desaparecido de mis rodillas, pero el sol incandescente sigue aquí.
Ruge la radio en mis oídos y el asfalto convertido en espejo debajo de mis ruedas me dice que ya estamos cerca de las alucinaciones.
La locura acecha a mi lado y el sol a nuestra espalda se ríe de nosotros, mientras el horizonte nos traga o nos vomita según se mire desde el este o el oeste.
¿Qué será de las estrellas alucinadas por el sol, qué será de nuestras fuerzas? ¿estarán descansando?.
Mauro rueda delante de mi a 18 km/hr y parece muy cansado.
Yo en cambio voy a 15 km/hr y la maldita recta se me hace interminable desde hace 30 minutos.
Oigo a Mauro hacer juegos de palabras y propuestas imposibles que hablan del horizonte.
Es medio día y un ruido agudo de grillos y otros insectos me perfora el cerebro, el sudor baja caliente por mi cara y caen gotas espesas sobre mis muslos tensos en movimiento.
Mauro lleva un ritmo lento y desesperante que lo aleja poco a poco de mi.
Un dolor profundo pero soportable aparece en mis dos rodillas.
A lo lejos le oigo decir:
- cuando la noche es imposible, la carretera me lleva hacia el cielo; ¿cómo llegar al cielo horizontal que se ve en la carretera?.
Es entonces cuando hago un stop; porque tengo la respuesta a su interrogante. Un rayo más intenso que este sol abrasador.
Detenido en el medio de la carretera, con la respiración agitada y la radio de fondo, descubro que yo me he retrasado lo bastante para ver a Mauro allí sobre el horizonte.
Allí a dónde parece imposible llegar.
Mauro ignora esta revelación.
El aprendizaje para mi es que Nada existe hasta que yo lo percibo.
Casi es una demostración científica de una teoría personal.
Y como es personal no se la cuento a Mauro.
El dolor ha desaparecido de mis rodillas, pero el sol incandescente sigue aquí.
4 comentarios
carmen -
buenas noches
fujurdragonblanco -
Patricia -
(tampoco me hagas mucho caso, a veces desvarío, jejej)
Nuala -
Lexatín, y ya nos olvidamos.