Blogia
Spica *

Bahía Blanca

Bahía Blanca Argentina - Km 633

Alegría-Fuerza
Llegamos a Bahía Blanca muy tarde, sobre las 10 p.m. con 200 km de asfalto detrás de nosotros acumulados en nuestras piernas y en nuestras ruedas. Polvo de cada kilómetro en nuestra piel.
El sol, rendido de acompañarnos, se ocultaba vistiendo de naranja a las nubes bajas. Así que no procuramos dar el habitual un paseo para conocer la ciudad, y además nuestro destino final era la estación ferroviaria desde dónde tomaríamos un tren directo a Bariloche con parada en Neuquen. Quizá esa misma noche.
Bariloche, villa con un lago en dónde vive un tigre austral.

Fractura-Decepción
En veinte minutos, ayudados por un mapa, llegamos a una preciosa estación de trenes como sacada de una postal antigua. Fotografiada en ladrillo perenne. Vieja y con la historia marcada en las traviesas, sus carteles de aviso, su reloj. Qué placer para el viajero.
Allí en encargado desencajó en un compás inesperado, nuestra perfecta composición de viaje, desencajó nuestras cabezas y los engranajes de nuestras bicis. Por desencajar, desencajó hasta los ladrillos de la estación.
- “Nunca salieron trenes de pasajeros desde Bahía Blanca. Sólo trenes de mercancías”
- “Y de ganado”.

Confusión-Soledad
Nos sentíamos náufragos en esa ciudad con un mar de ramas secas a nuestro alrededor. Y las señales eran confusas.
¿ir a la derecha? Persiguiendo el maldito tren de mercancías (y de ganado) en cámara lenta. Nos tomaría dos días, sin agua, sin árboles, sin vida. Sólo arbustos secos y asfalto.
¿ir hacia abajo? Buscar una estación de tren más al sur era un rodeo extenso, agotador y desconocido.
¿esperar? A un ángel, ¿otro?, un salvador de ciclistas náufragos, ¿otro?.

Nada-Lluvia
Estuvimos una noche en la estación entre cuatro grandes paredes de ladrillo gastado y por techo una bóveda de constelaciones. Era el lugar dónde antiguamente descansaban los caballos de los carros que llegaban a la estación. Los dos días siguientes estuvimos en las afueras, bajo la lluvia, en una frontera de la nada, entre camioneros, vendedores ambulantes, viajantes extraños (como nosotros) y camiones que iban y venían a este limbo de los viajeros. Allí vivimos no sé cuántas horas, pateando piedras, dando vueltas entre pinos, hablando con todos, con nadie, tomando el té del país de Alicia, descubriendo que la carretera es cambiante hasta cuando se permanece inmóvil sobre ella.

Despertar-Camino
Una mañana abrimos los ojos y sin decir nada sobre opciones, ángeles o mapas enrumbamos nuestras máquinas ligeras hacia la Patagonia, camino de Viedma a 300 k.m., dónde un viento afilado nos esperaba ansioso por hundirse en nuestra piel. En nuestro ánimo. Y congelarnos, hacernos astillas y desperdigarnos entre los arbustos secos.

*

5 comentarios

Isthar -

Cuando vuelva por allí la buscaré :D

Gracias

Carlos -

Isthar, desde Madrid se vé muy bien.

(eso sí, de madrugada, de 3 a 6 a.m. y entre abril y julio)

Isthar -

No sabes la envidia que me ha dado leerte :D

¿Sabes que Spica es mi estrella favorita? Es la más grande de la constelación de Virgo y desde niña me gustaba buscarla en cualquier lugar donde pudiera ver las estrellas. Por desgracia solo lo conseguía en el Pirineo...

aroa -

bonito blog, gracias por tu comentario!

saludos,
aroa

Nuala -

Las bicicletas son las máquinas más humanas.